martes, 20 de diciembre de 2016

HUBO TRAMPA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

El pronunciamiento del Consejo de Estado[1] en relación con la campaña por el NO que adelantó el Centro Democrático en el Plebiscito del 2 de octubre, confirma que efectivamente se ejerció violencia y se engañó al electorado.

La dimensión de lo sucedido se agrava por los altos niveles de abstención y por los efectos jurídico-políticos que el apretado triunfo del NO produjo al Proceso de Paz que se adelantaba en La Habana, Cuba y por supuesto, al sentido y al contenido del primer Acuerdo Final al que llegaron las Farc y el Gobierno de Santos, lo que obligó a las partes a ajustar en tiempo record ese  documento[2] inicial de paz.

Semejantes estratagemas a las que apeló el senador Uribe Vélez, sus áulicos y miembros del Centro Democrático y que contaron con el apoyo de Juan Carlos Vélez Uribe, como gerente de la campaña, deberían de motivar la sanción social de una sociedad que ya da muestras de cansancio frente a la corrupción y el ethos mafioso[3] que de tiempo atrás guía las acciones políticas del ex presidente Uribe y de quienes lo rodean en sectores de poder económico de la llamada sociedad civil (ganaderos, azucareros[4], palmicultores).

De igual forma, el Consejo Nacional Electoral debería de asumir una investigación en aras de sancionar a este movimiento político y a sus líderes, por las violentas y pérfidas prácticas electorales a las que apelaron para lograr el triunfo en el plebiscito del 2 de octubre.

Lo dicho por la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado debe asumirse como un importante factor ético-político decisorio en las elecciones de 2018,  que permita impedir que Uribe Vélez y el llamado “uribismo” retornen al poder político. Cuando llegue ese momento, tendremos, nuevamente, la oportunidad de inhumar para siempre las aspiraciones político-electorales del senador antioqueño y de aquellos que lo respaldan desde una sociedad civil contaminada por ese mismo ethos mafioso.

Lo sucedido ese 2 de octubre no solo sirvió para confirmar el nivel de polarización política que sufre el país por cuenta del dañino, malsano, nocivo y venenoso  liderazgo de Uribe, sino para exhibir la pobreza cultural de un electorado y de una parte del pueblo colombiano que aún no dimensiona lo positivo que resulta y resultará poner fin al conflicto armado con las Farc.

Los millones de colombianos que se abstuvieron de votar en esa definitiva jornada del 2 de octubre, exhibieron no solo desconfianza frente a la institucionalidad democrática, sino un profundo desdén por un asunto público crucial para el futuro del país. La apatía de esos colombianos muy seguramente se alimenta de su bajo capital cultural,  acumulado históricamente.

Ojalá algún día los colombianos entendamos que el gran problema del país no es o fue la existencia y operación de las guerrillas. En un ejercicio pedagógico que aún está pendiente, debemos insistir en que el problema central que atraviesa las relaciones entre el Estado, la Sociedad y el Mercado es el ethos mafioso[5], con el que se da vida a la corrupción. Ese mismo ethos mafioso que orientó a quienes promovieron y apoyaron, de disímiles maneras, la campaña por el NO.




Imagen tomada de Minuto30.com


[1] Sección Quinta, Sala de lo Contencioso Administrativo, consejera ponente, Jeanette Bermúdez Bermúdez.

[4] Recuérdese la sanción del Superintendencia de Industria y Comercio por la “cartelización del azúcar”.

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