YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 14 de octubre de 2016

ORDÓÑEZ MALDONADO, EL CONSENTIDO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

A juzgar por el lugar político que el presidente Santos le dio al recién destituido  Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado, bien la vale la pena reflexionar y tratar de hallar los factores y las circunstancias que llevaron al Presidente a reconocerlo como interlocutor válido en el llamado Diálogo Nacional por la Paz, provocado por el triunfo, apretado por cierto, alcanzado por aquellos que se negaron a refrendar el Acuerdo Final ese  domingo 02 de octubre.

La disquisición parte de un principio ético y de un hecho jurídico: Ordóñez Maldonado violó la Constitución Política y se hizo reelegir de manera fraudulenta. El fallo del Consejo de Estado que lo sacó tardíamente de la Procuraduría por haber violado el artículo 126 de la Carta Política, me permite calificar a Ordóñez Maldonado como un funcionario corrupto.

Sin mayor sanción social, mediática o política, Ordóñez Maldonado no solo goza de reconocimiento y aceptación en los sectores más retardatarios de la sociedad, en comunidades religiosas que desconocen el Estado laico, sino que cuenta con enormes simpatías en el insepulto Partido Conservador. Al parecer, esos elementos fueron suficientes para mantener algo de la legitimidad social y política con la que logró erigirse como un “líder” del NO.

Es decir, a pesar de que se demostró que violó la Constitución, su vida política sigue incólume no solo porque el Consejo de Estado obvió sancionarlo, sino porque él sigue siendo, al parecer, la guía moral de esa Colombia goda y anacrónica que nos ha impedido convertirnos en una sociedad y en un Estado modernos.

¿Por qué el Presidente lo valida como interlocutor político para ajustar el Acuerdo Final, a pesar de la decisión del Consejo de Estado de anular lo que claramente fue una espuria reelección?

Quisiera pensar que la debilidad política de Santos, después de los negativos resultados del plebiscito del 2 de octubre, lo obligó a recibir al corrupto ex funcionario, para evitar que la polarización política aumentara, al desconocer políticamente a quien acumuló enorme poder dentro de la Procuraduría, gracias a sus prácticas clientelares, soportadas en un histórico ethos mafioso.

Es decir, Santos le abre las puertas a todo aquel político que arrastre opinión y convoque a sectores de poder, como el caso de Ordóñez, sin que importe que sus probadas acciones ilegales no solo le permitieron reelegirse, sino erigirse como un contradictor del Proceso de Paz y del Acuerdo Final.

También puede ocurrir que violar la Constitución en Colombia devenga en una suerte de práctica política normalizada, lo que de inmediato invalida o desestima cualquier señalamiento o fallo de un ente de control. En este caso, el fallo en derecho del Consejo de Estado contradice las lógicas del poder político y de la política tradicional, al tiempo que confronta la ética ciudadana de aquellos que siguen ideológica y políticamente a este sagaz ex funcionario.

Al reconocerle algún tipo de liderazgo político y moral a Ordóñez Maldonado, Santos valida la trampa, la argucia y las prácticas corruptas del ex Procurador, al tiempo que aprueba que religión y política puedan unirse, a pesar de los riesgos que ello conlleva en un país creyente, que aún sigue la doctrina de la Iglesia Católica.

El lugar político y privilegiado que Santos y las circunstancias contextuales le dan hoy a Ordóñez Maldonado, ponen de presente el proceso de entronización y consolidación  del ethos mafioso dentro de la política colombiana. Ese mismo soporte ético le ha servido a los líderes del Establecimiento para cerrarle las puertas a quienes desde la academia, sectores de izquierda democrática y de la extrema izquierda, insisten en señalar que el principal problema del país no es la otoñal presencia de las guerrillas, sino la corrupción política.

Así entonces, resulta profundamente provocadora e inconveniente la presencia de Ordóñez Maldonado como “líder” del NO, por cuanto el Acuerdo Final alcanzado y firmado en La Habana no servirá como soporte ético-político para proscribir el ethos mafioso y transformar las prácticas políticas en Colombia. Si acaso, con dicha negociación, apenas si podremos “sacar las armas de la política”. Eso sí, la tarea de crear Estado, Ciudadanía y Mercado se seguirá haciendo sobre el sempiterno ethos mafioso que de tiempo atrás guía la vida privada y pública de millones de colombianos.


Es claro que para la clase política, los Medios, el Partido Conservador y para el sector más retardarlo del Establecimiento, Ordóñez Maldonado es una figura clave para las elecciones de 2018. Más claro: Ordóñez es el consentido de esos actores de poder.



 Imagen tomada de elespectador.com

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