YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 19 de abril de 2016

SOBRE EL LUGAR DE LA TESIS NEGACIONISTA DEL CONFLICTO ARMADO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

La tesis con la que Uribe Vélez y una parte importante del Establecimiento negaron durante ocho años la existencia del conflicto armado interno, hoy sostiene ideológica y políticamente las posturas asumidas por José Félix Lafaurie y el Procurador Ordóñez Maldonado frente a la ley de Víctimas y Restitución de Tierras y a las acciones ya emprendidas por la Unidad de Restitución de Tierras para devolver los territorios y las tierras a los campesinos despojados, lo que supone quitárselas a los despojadores de “buena fe” y a sus testaferros.

No se trata, entonces, de posiciones desconectadas social, económica y políticamente. Por el contrario, está el país ante una estrategia política de largo aliento, hoy liderada por Lafaurie y Ordóñez Maldonado, a la que bien se podrían sumar Vargas Lleras, como eventual candidato presidencial, así como aspirantes a llegar a alcaldías, gobernaciones, concejos y asambleas.

El primero, polémico ganadero y para muchos analistas simpatizante de la “causa” paramilitar y patrocinador[1] de grupos paramilitares; y el segundo, funcionario que convirtió la Procuraduría General de la Nación en una suerte de “bunker” desde donde emprendió una “cruzada” contra los derechos de la  comunidad LGTBI y se hizo reelegir de manera fraudulenta afectando la propia institucionalidad estatal.

Es decir, la tesis negacionista del conflicto armado interno que Uribe impuso a través de su política de seguridad democrática hoy sirve de pivote para aquellos sectores de poder que insisten en mantener y extender las circunstancias y condiciones contextuales que hicieron viable ética y políticamente el levantamiento armado interno en los años 60. De esa forma, una parte del Establecimiento que se opone al fin del conflicto y a la ambientación de la paz por la vía de las transformaciones que el país requiere en la relación Estado-Mercado-Sociedad, hará que en la contienda electoral de 2018 sus candidatos afectos usen esa tesis para restarle legitimidad y viabilidad a las acciones de implementación de lo acordado con las Delegaciones de Paz de las guerrillas.

La negación del conflicto armado interno terminará justificando las acciones que puedan emprender los gobiernos del posacuerdo, interesados en no honrar la palabra del Gobierno de Santos, empeñada en la firma de los tratados de paz a los que se lleguen con Farc y ELN.

Una vez la tesis negacionista del origen, la naturaleza y la evolución del conflicto armado se consolide como proyecto político en el que confluirán sectores de derecha y ultraderecha, el país quedará dividido y polarizado en dos vertientes: una, interesada en exigirle al Estado que promueva las transformaciones que demanda la consolidación de una paz estable y duradera; y la otra, que insistirá en mantener la democracia restringida, la doctrina de seguridad nacional y el Estado débil frente al Mercado y fuertemente represivo frente a los reclamos de sectores sociales.

Es claro que los sectores sociales, políticos y económicos que confluyan en la vertiente que exigirá sustanciales transformaciones en el Estado, en el Mercado y en la Sociedad, lo harán en un estadio de posacuerdos con guerrillas ya desmovilizadas, circunstancia esta que será aprovechada por aquellos sectores cercanos a la segunda vertiente, que buscan mantener en el tiempo las condiciones de ilegitimidad en las que viene operando históricamente el orden establecido.  Y lo harán, imponiendo sus lógicas a través del uso de la fuerza coercitiva y represiva del Estado o, por el contrario, usando las fuerzas paramilitares que aún operan en Colombia.

Así entonces, se equivocan quienes piensan que la tesis negacionista del conflicto armado quedó en el pasado, o que puede ser “derrotada” o minimizada con la firma de tratados de paz. Por el contrario, su vigencia está garantizada por las acciones que hoy promueven y alientan Lafaurie y Ordóñez y que cuentan con el respaldo de gran parte del Establecimiento.

Preparémonos para vivir y experimentar acciones violentas de los sectores de poder a los que no les conviene la consolidación de escenarios de paz, por cuanto se acostumbraron al uso de las armas como única estrategia para confrontar los argumentos de quienes de tiempo atrás vienen exigiendo respeto al pensamiento divergente y modificaciones sustanciales a las correlaciones de fuerza sobre las cuales opera el Estado colombiano.

Nota: estas reflexiones salieron gracias al diálogo con Carlos Alberto Ruiz Socha y Jesús Alfonso Florez López, en el marco de la Cátedra de Paz.

Nota: esta columna se publicó en la edición 491 del Semanario Caja de Herramientas, http://viva.org.co/cajavirtual/svc0491/articulo02.html

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