YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 23 de junio de 2015

Fútbol, Proceso de Paz y Pedagogía


Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

En el fútbol, como deporte espectáculo, suelen confluir los  problemas, incertidumbres, miedos, anhelos, fracasos y los asuntos pendientes de una sociedad. Y el fútbol, suele ser la mascarada perfecta para ocultar y por supuesto, exhibir, casi siempre de manera violenta, los problemas que arrastra una sociedad, en lo que concierne a sus procesos civilizatorios.   

El desarrollo de la Copa América ha servido para constatar, nuevamente, que cientos de miles de colombianos arrastran problemas graves en materia de civilidad, a juzgar por el comportamiento de hinchas que celebraron el pírrico y sobrevalorado triunfo sobre la selección del Brasil. Y no solo se portaron mal dentro del país, sino en territorio chileno, específicamente a las afueras del estadio en donde se jugó el partido entre los seleccionados de Colombia y Brasil.

Pero no se trata de responsabilizar únicamente a quienes participaron en riñas, o a aquellos que se accidentaron por el consumo de licor. Acá el mea culpa nos corresponde hacerlo a todos aquellos que de muchas maneras seguimos, gozamos y hasta nos produce tristeza, las actuaciones del seleccionado de fútbol de mayores.

Y hablo de la responsabilidad que nos cabe como ciudadanos, cuando pasamos, con facilidad, de la euforia, a la tristeza, al desencanto y al aburrimiento colectivo e individual. Y por ese camino, cuando pasamos a la agresión y a celebraciones que suelen ir acompañadas de irrespeto a las normas y al desconocimiento de los derechos de los demás.  Esos son los riesgos de depositar el anhelo de ser felices, en terceros, esto es, en quienes participan de un juego en el que se puede ganar, perder o empatar.

Pero quizás haya un error mayúsculo, que tiene dos momentos: el primero, convertir en “Guerreros” y en “Héroes”, a unos jugadores que viven de esa actividad; y el segundo, exigirles que sean invencibles, esto es, que deben siempre, ganar. Y es allí, que como sociedad, nos equivocamos, al depositar, en las capacidades de 11 jugadores (seres humanos), la posibilidad de ser felices y de esa forma, dar manejo a nuestros miedos, problemas y asuntos pendientes.

Y de ese peligroso proceso de heroización, participan de manera irresponsable los medios de comunicación y los periodistas deportivos. Medios, periodistas, comentaristas de radio y televisión y redactores para el caso de la prensa escrita, poco enseñan a sus audiencias en el manejo de las emociones y en la comprensión de los triunfos y las derrotas. Es allí, justamente, en donde se falla: en hacer pedagogía. Eso sí, sobre la base de dejar de llamar héroes y guerreros, a quienes viven -y muy bien- de  una actividad, de un trabajo.  

Pero no podemos esperar mucho de las empresas mediáticas, por cuanto ellas, están pensadas para que usen el periodismo como vehículo para vender las marcas de los patrocinadores que apoyan el seleccionado de fútbol. Es decir, se promueve el consumo, en este caso, de licor, aunque tímidamente, algunos periodistas e incluso, jugadores, “recomienden” celebrar con moderación.

Un pueblo como el colombiano, que arrastra enormes problemas de convivencia, incertidumbres, miedos y sobre todo, que deviene sin referentes éticos y de moralidad pública, estatal y no estatal,  necesita de procesos pedagógicos que faciliten la comprensión de las derrotas y de los triunfos. Ese es un asunto pendiente, tanto para el Estado, como para las empresas mediáticas y el periodismo deportivo.

Y así como ha faltado pedagogía para que los colombianos comprendamos que el fútbol es un juego, un simple juego, en el que se gana y se pierde, lo mismo ha sucedido con el Proceso de Paz que se adelanta en La Habana, entre las Farc y el Gobierno de Santos. De allí que resulte tan fácil para muchos, exigir el fin de las negociaciones, porque las hostilidades entre los bandos continúan, así como las prácticas de sabotaje de las Farc, contra la infraestructura económica del país y  los graves atentados contra valiosos ecosistemas naturales. Olvidan aquellos, que se pactó negociar en  medio de la guerra. Lo que deberíamos de exigir, como sociedad, es el cese bilateral del fuego y por esa vía, develar los mezquinos intereses que esconden las partes que negocian, así como los que esconden específicos actores sociales, económicos, políticos y militares, que buscan a toda costa, extender el conflicto armado, quizás, por veinte o más años.

De esta forma, el fútbol, como deporte espectáculo, seguirá siendo la válvula de escape para una sociedad de machos, que exhibe problemas para consolidar procesos socializadores con los cuales se logre minimizar, al máximo, los riesgos de vivir juntos, en medio de todo tipo de diferencias.

Y el conflicto armado interno y el actual Proceso de Paz de La Habana, seguirán siendo, por mucho tiempo, parte fundamental del escenario de polarización política con el que interesados sectores de poder, logran  ocultar las andanzas y la mezquindad, de una clase dirigente y de unas élites incapaces de guiar y de ser el faro ético, que guíe y saque de la oscuridad, a una Nación que deviene fracturada por, ejemplo, por el excesivo centralismo bogotano.

Adenda: tan equivocado el periodista argentino que usó el término “malparido”, al parecer desconociendo el sentido social y cultural que a dicho vocablo se le da en Colombia, como los periodistas colombianos que usaron lo dicho por el comentarista gaucho, para “calentar” el  ambiente previo al partido Colombia-Argentina. Los dobleces del lenguaje y el lenguaje mismo, suelen ser las trampas en las que a diario caemos los seres humanos. Sin duda, en este caso, cayeron en la trampa el periodista argentino y los colegas colombianos que reprodujeron lo dicho por aquel. 

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