YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 14 de marzo de 2013

LOS EVENTOS ELECTORALES EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA INTERNA COLOMBIANA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Históricamente las Farc han jugado un definitivo rol electoral, especialmente en las últimas tres contiendas electorales. A tal punto, que han incidido en la elección de presidentes que bien creyeron en una salida negociada al conflicto, o por el contrario, en que era posible alcanzar el triunfo militar.

Años atrás, bastó el abrazo que Pastrana y ‘Tirofijo’ se dieron para que el país creyera que habría, por fin, una posibilidad real de superar el conflicto y ambientar la paz. Con el Mandato por la Paz, aunque fallido posteriormente, Pastrana cumplió el sueño de ser Presidente.

A pesar de que el país entero pareció sintonizado con el proceso de paz en el Caguán, los diálogos  finalmente se rompieron. Con unas Farc armadas hasta los dientes y dispuestas, como nunca, a  golpear a las fuerzas estatales, la Colombia electoral vio con miedo el ascenso de las acciones guerrilleras. Secuestros masivos, sangrientas tomas  y ‘pescas milagrosas’, alimentaron la necesidad de sepultar los diálogos como herramienta política para diseñar la paz.  Mientras tanto, de manera paralela y veladamente se organizaba y se robustecía el paramilitarismo en varias zonas de Colombia, como la Costa Atlántica, los Llanos Orientales y buena parte de Antioquia.

Después, el fracaso fue el símbolo perfecto que utilizaron los guerreristas y los medios de comunicación para convertir en fenómeno político y electoral a Uribe Vélez, ungido Mesías al que amplios sectores sociales, económicos y políticos confiaron la tarea de ponerle fin al conflicto, acabando militarmente con la histórica agrupación armada ilegal. Uribe Vélez, por su parte, aprovechó el fracaso de Pastrana para legitimar su propuesta política de gobierno, con un claro carácter de vendetta.

Pasaron los primeros cuatro años del Gobierno de Uribe y el enemigo seguía allí, golpeado sí, pero vivo. Los certeros golpes dados a las Farc, por una Fuerza Pública técnica y militarmente superior, le permitieron a Uribe y a sus áulicos creer ciegamente en que era posible acabar con las Farc. La promesa presidencial de borrar política, histórica y militarmente con la agrupación subversiva sirvió para que a través de una fina, pero turbia cirugía constitucional, se diera la reelección presidencial.

Al ver que el enemigo respiraba después de ocho años, Uribe y sectores poderosos de la sociedad colombiana quisieron que el proyecto de la seguridad democrática (guerra frontal contra las Farc, pero también con todo lo que represente pensamiento de izquierda) se pudiera extender cuatro años más. Es decir, con el tercer periodo de Uribe. Pero la Corte Constitucional se atravesó, para fortuna de la democracia y de quienes hoy se declaran víctimas de un Gobierno autoritario. Nuevamente, las Farc jugaron su rol electoral.

Así las cosas, Uribe confió la bandera de la seguridad democrática a su Ministro de la Defensa, Juan Manuel Santos Calderón, quien como buen hijo de la élite bogotana, también soñaba con llegar al Solio de Bolívar.

Electoralmente Santos necesitó de las Farc para hacerse con la Presidencia, exhibiendo como Ministro de Defensa la capacidad imaginada de conducir al Estado hacia la victoria.  Bastó el guiño de Uribe para lograrlo y la vieja apuesta política de sucesivos gobiernos de enfrentar a las Farc.

Santos decide jugársela por la paz. Eso sí, por una paz muy particular que se sostiene en una inocultable debilidad militar de las Farc, una evidente fragmentación entre el mando central y varios frentes dedicados como nunca al narcotráfico y un claro cansancio de la dirigencia de las Farc. También cuenta,  la búsqueda de un lugar en la historia como el Presidente que logró la paz con la otoñal guerrilla.  Y lo hace, en contravía no sólo del proyecto uribista que en su momento apoyo y en el que creyó por algún tiempo, sino de sectores sociales, políticos y económicos que aún tienen pesadillas por el desastre político en el que terminó el proceso de paz en la inolvidable zona de Distensión de 40 mil kilómetros.

A pesar de la presencia de ese fantasma, Santos y Farc deciden sentarse a dialogar con una agenda precisa y abordable en el tiempo. Sin zonas de Distensión, sin medios masivos y por fuera del país, Santos volvió a hablar de negociaciones con la guerrilla de las Farc, que no es exactamente hablar de paz, pero que sin duda contribuye a que ella tenga sentido y posibilidad. Y aunque no ha logrado generar amplios consensos políticos en torno al proceso de paz, los diálogos avanzan en medio de las incertidumbres de una sociedad que no sabe aún, qué y cómo se está negociando y qué exigencias político-jurídicas, económicas, culturales  demandarán del país los acuerdos a los que se llegue dentro la negociación.

Con la reelección de por medio y con una férrea oposición de Uribe, del uribismo y de sectores económicos, sociales y políticos, Santos amarró ya  el proceso de paz a su continuidad en el poder(1). En 2014, nuevamente y como ha ocurrido históricamente, las Farc jugarán un rol electoral definitivo y muy seguramente ayudarán a que Santos se quedé en el poder hasta el 2018.

Ojalá se logré la dejación de armas por parte de los Farianos, para ver si los próximos eventos electorales en Colombia se desarrollan por fuera de los intereses de un grupo armado por fuera de la ley, que junto a los Paramilitares, han definido el mapa político y la vigencia del actual orden político colombiano.

Una democracia formal y electoral como la colombiana puede ganar algo de legitimidad si votantes y candidatos construyen una agenda que vaya en sintonía de la construcción de escenarios de posconflicto, enterrando definitivamente ese poder electoral que deviene con las acciones armadas de grupos al margen de la ley.

Ahora, sectores de ultraderecha y del uribismo deslegitiman el hecho de que la reelección de Santos esté sujeta al proceso de paz y no al imperativo moral de acabar con las Farc, con el que Uribe gobernó entre 2002 y 2010. De todas maneras, para la paz o para la guerra, las Farc, como otros actores armados ilegales, tal como el paramilitarismo y el narcotráfico, siguen siendo un factor electoral definitivo. Qué tristeza de país.  

(1). En el siguiente texto se ve con claridad que Santos amarró el proceso de diálogo y la paz misma, a su continuidad en el cargo, es decir, a su reelección. Así lo registró Semana.com: "Por eso estoy promoviendo por todos los medios que ojalá lleguemos a esos acuerdos allá en Cuba, y logremos finiquitar, ponerle fin de una vez por todas, a este conflicto que nos ha desangrado durante 60 años. ¿Qué quiero yo?, que todos los niños y niñas de Colombia lleguen a ser adultos mayores, que no los maten, que no nos matemos. Por eso estoy empeñado como presidente de la República, pero sobretodo como colombiano, en dejar el Gobierno cuando Colombia pueda decir: tenemos paz”, dijo Santos. Tomado de http://www.semana.com/nacion/articulo/santos-tira-comodin-reeleccion/336635-3

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