YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 11 de febrero de 2013

EL POR QUÉ DE LA VIGENCIA POLÍTICA DE ÁLVARO URIBE VÉLEZ

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


El escenario electoral en Colombia de 2014 podrá desarrollarse en medio de una fuerte polarización política, por cuenta de la aparición del Puro Centro Democrático[1] (PCD). Con este movimiento político de derecha[2], liderado por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, el uribismo pura sangre busca recuperar el poder presidencial y consolidar la oposición, visceral y personal de Uribe, en un bloque dentro del Congreso de la República, que pueda torpedear, inicialmente, los acuerdos a los que se llegue en los diálogos en La Habana, que necesitarán ser refrendados en dicha corporación.
  
Así las cosas, la lucha política que se avecina va más allá de frenar la reelección del actual presidente, Juan Manuel Santos Calderón. Contempla, por supuesto, encaminar el país hacia los aciagos días vividos entre 2002 y 2010, es decir, lograr el desmonte del Estado Social de Derecho, para dar vida libre al Estado de Opinión[3].

Pero más allá de cábalas alrededor de lo que pueda suceden en el cercano escenario electoral, lo que realmente interesa en este texto es entregar elementos de juicio que permitan responder la pregunta del por qué de la vigencia política del ex presidente Uribe Vélez y de sus ideas en torno a cómo se debe hacer política y a cómo se deben manejar los asuntos del Estado.

El contexto ayuda

Hay circunstancias contextuales que aportan en buena medida a la vigencia política del ex presidente Uribe Vélez. Pero digamos que subsiste un contexto macro y complejo que facilita y explicaría el vigor de una opción política como la que encarna aún el ex mandatario antioqueño. 

Y en la caracterización de ese contexto, hay que señalar que Colombia exhibe, de tiempo atrás, una acomodaticia ética pública y una cuestionable moral, de la que son responsables y co responsables sectores empresariales y sociales, la Iglesia Católica, las Fuerzas Armadas y por supuesto, una controvertida dirigencia política que históricamente ha usado el Estado para beneficio de ciertos sectores de poder. Lo anterior se evidencia con altos índices de corrupción estatal y privada, que vienen aportando a la creación de un ethos mafioso con el que los ciudadanos suelen participar de la vida pública del país, hacer sus transacciones y con el que cada día se golpea con fuerza la legitimidad del Estado.

Con todo y los problemas de corrupción, cooptación del Estado por parte de mafias legales e ilegales, y la incuestionable ineficiencia del aparato estatal para garantizar bienestar a sus asociados, Colombia ha logrado posicionar una imagen de país democrático y defensor de los derechos humanos. Por supuesto, se trata de una imagen creada en laboratorios de marketing mediático y en ejercicios bien logrados de diplomacia internacional, que no soportan una mirada escrutadora de la realidad colombiana.  

A lo anterior hay que sumar la arraigada cultura machista en la que sobresale la admiración por quien funge y actúa como un macho, peleador, berraco[4], montaraz y grosero. Perfil psicosocial que gusta en todos los estratos socioeconómicos y que encaja perfectamente en el origen de este líder populista. La sociedad colombiana se caracteriza por ser premoderna, patriarcal, sumisa y conservadora, de allí que Uribe y el PCD encarnen un proyecto regenerador con el se buscará sepultar el espíritu liberal de la Carta Política de 1991, en especial en lo que tiene que ver con libertades y derechos ciudadanos, específicamente en temas que tienen que ver con permitir la eutanasia, el aborto, el consumo de la dosis mínima, el matrimonio homosexual y la posibilidad de adoptar, entre otros.

Es en ese contexto en el que se consolida y mantiene el liderazgo de Álvaro Uribe Vélez, un político de provincia, que si bien es mirado con recelo por la cerrada élite bogotana por su origen emergente, funciona muy bien para ricos sectores empresariales.  

Un político sagaz, que enarbola un criticable patriotismo y un carácter mesiánico muy propicio para una Nación conservadora y profundamente creyente. Una Nación que deambula sin un proyecto que recoja el carácter multiétnico, pluricultural, y además biodiverso, resulta fácil de seducir por quien desde el amor de un padre castigador y controlador y desde el amor a Dios, y desde profundos sentimientos de venganza, manejó el Estado y construyó relaciones de cercanía con sectores sociales pobres a través de ejercicios de una discutida democracia directa[5].

De igual manera, hay que considerar que todo el país conoce o por lo menos ha oído de las investigaciones, acusaciones y señalamientos que en torno a la figura de Uribe Vélez existen en la ineficaz Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, alrededor de sus cercanías y simpatías ideológicas con grupos paramilitares, de los que habría recibido apoyo, según declaraciones del propio Salvatore Mancuso y de otros miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia.

De igual manera, se cuestiona a su gobierno por haber desmontado la institucionalidad ambiental y por buscar políticamente llevar el país por el camino de un sinuoso Estado de Opinión. También, porque durante sus dos administraciones persiguió al poder judicial, en especial  a magistrados de la  Corte Suprema de Justicia, a los que probablemente dio la orden de seguir de manera ilegal, a través del DAS, convertido en su periodo en una especie de policía política con la que, además, intelectuales, periodistas y detractores sufrieron los seguimientos ilegales y la persecución de investigadores y agentes de dicho Departamento Administrativo de Seguridad[6].

A lo anterior se suma, los oscuros procedimientos dentro del Congreso con los cuales se logró aprobar la reelección presidencial inmediata (Yidispolítica). No menos grave es el episodio de la Casa de Nari, que involucra de manera directa a altos funcionarios de su gobierno.

Todos estos señalamientos y cuestionamientos y otros aún más graves, reposan en páginas, blogs, ensayos, panfletos y libros de circulación restringida como los publicados por Josep Contreras y Sergio Camargo, intitulados El señor de las sombras, la biografía no autorizada de Álvaro Uribe y El narcotraficante 82, Álvaro Uribe Vélez, Presidente de Colombia.

Bastaría con algunos de estos hechos para que una sociedad juzgara con fuerza a quien hoy aparece para muchos como una opción presidencial viable, a pesar de los impedimentos jurídicos y constitucionales que impiden hoy su regreso a la Presidencia.  Pero Uribe Vélez sigue aún vigente políticamente, lo que sin duda da pistas claras del tipo de Nación y del tipo de sociedad que se vienen consolidando históricamente.

Al final, a la derecha colombiana poco le interesa cuánto de lo que se diga  en contra de Uribe sea cierto y cuánto de los delitos imputados pueda o no prosperar en los escenarios judiciales, puesto que la derecha probó su compromiso para mantener condiciones de privilegio de sectores tradicionales y profundamente conservadores del Establecimiento. Y ello es suficiente para mantener su irrestricto apoyo.

El contexto internacional

En esta etapa del actual proceso de globalización corporativa, funcionarios y mandatarios como Uribe Vélez resultan deseables, especialmente para inversionistas extranjeros y para quienes ostentan el poder en organismos multilaterales de crédito. Y es así porque aquel defiende a dentelladas la idea de un Estado mínimo que facilite la presencia incontrolada de la inversión extranjera, que huelga decir, sirve para enriquecer a sectores tradicionales de poder y por ese camino, para mantener condiciones de pobreza para extensos grupos humanos, fácilmente manipulables a las políticas asistencialistas, en especial, las agenciadas desde la Presidencia de la República.  

Un mandatario que cree a pie juntillas en un desarrollo extractivo, se convierte en una pieza clave para aquellas multinacionales y sectores locales que necesitan de un Presidente que asegure el agenciamiento de una economía de enclave y por esa vía, tome distancia de inconvenientes discursos como el del desarrollo sostenible.

La doble moral del sistema financiero internacional y de las fuerzas globalizantes y globalizadoras, así como las lógicas como opera lo que Galeano y Ziegler llaman el orden criminal del mundo, tienen en Uribe al más competente líder político, de allí su vigencia y el interés que aún genera en sectores poderosos de la llamada comunidad internacional.


[1] Subsiste acaso una estrategia semiótica, ideológica y política para confundir a la opinión pública en el sentido en que lo democrático ahora está en nuevo centro, en uno que es puro, y no el que por ejemplo agencia la izquierda a través del Polo Democrático Alternativo (PDA). Esa pureza también puede indicar un asunto étnico, propio de una raza aria predestinada y única capaz de recoger banderas democráticas. En Colombia hay sectores ‘blancos’ que desdicen del proceso de mestizaje. Es probable que Uribe Vélez y las ideas del PCD  recojan esos sentimientos de vergüenza, para reorientar políticas de inclusión que, a pesar de actitudes discriminatorias y racismo, se agencian por mandato constitucional desde 1991.

[2] Con la categoría democrático, se pretende ocultar el origen y el talante ultraconservador de una derecha que cada vez se fortalece más, mientras que las opciones de centro y de izquierda se debilitan con el paso de los días.

[3] Idea que eleva al pueblo como el gran orientador de lo que debe hacer el Estado y el Presidente. La dificultad de gobernar de acuerdo con lo que el pueblo señale, apruebe o considere, radica en los altos niveles de ignorancia de millones de colombianos, a las políticas asistenciales con las que se compran conciencias y a la manipulación mediática a la que se expone ese mismo e indescifrable pueblo.
[4] El episodio que trascendió a los medios masivos en el que se escucha la voz del Presidente Uribe insultando a una persona, identificada con el alias de La Mechuda, sirve para perfilar muy bien del talante de Álvaro Uribe Vélez. En la grabación se escucha diciendo, es que estoy muy berraco y le voy a dar en la cara marica.

[5] Ejercicios sostenidos en la entrega de ayudas y de soluciones a los más necesitados, en los llamados consejos comunales de gobierno, en los que no sólo se irrespetaba y se comprometía la autoridad de mandatarios locales y regionales, sino que se dejaba sin valor político la discusión técnica del presupuesto y de las políticas públicas, encaminadas, justamente a responder a las demandas sentidas de los sectores más vulnerables de manera coherente, organizada y no sujeta a decisiones emocionales y claro sentido electoral.

[6] Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, cooptado por el paramilitarismo. Institución que depende directamente del Ejecutivo. En el Gobierno de Santos fue sustituida por la Agencia Nacional de Inteligencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...



¡Buen día!



Comparto contigo en su totalidad el contenido. Sin embargo, no creo que el ex llegue nuevamente, ni en cuerpo ajeno ni propio al ejercicio del poder, puesto que no se ha visualizado la fuerza nueva de Colombia: la juventud, que n entiende de proceso judiciales y políticos en contra de él, pero que sí le duele el unanimismo que pretende alcanzar.



Luis F.