YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 28 de octubre de 2010

Periodismo cívico, ciudadano o público: ¿Reivindicación, entelequia o posibilidad real?

Por Germán Ayala Osorio

Presentación

El presente módulo de clase pretende aportar a la discusión alrededor del devenir del periodismo cívico, público o ciudadano[1], esto es, sus pretensiones, alcances y características. Este documento nace y adquiere sentido en el seno del programa de comunicación social-periodismo, específicamente en el ámbito de lo internamente hemos llamado el sentido de lo periodístico.

La discusión alrededor del periodismo cívico está por hacerse al interior de las facultades de comunicación del país y especialmente en lo que toca a la facultad de comunicación social de la Universidad Autónoma de Occidente. De ahí que este módulo de clase se entienda y se reciba como un abre bocas, o una invitación, o quizás como una provocación, para que este asunto haga parte de la agenda de trabajo de quienes vienes agenciando lo periodístico, especialmente desde el ámbito de la enseñanza.

¿Por qué un módulo? Quizás en la misma pregunta esté la respuesta. Ante la incipiente discusión dada alrededor del asunto, un módulo de clase resulta apenas lógico pues las disquisiciones en torno al futuro y razón de ser del periodismo público no puede ser tarea de un docente. Por el contrario, podría y debería ser un trabajo de equipo, que involucre a otras disciplinas o saberes.

Así las cosas, este módulo de clase, en principio, pretende encender la llama que ilumine el camino de la discusión, del encuentro dialógico connatural a la existencia de la academia.

Estudiantes y profesores tienen la tarea de promover la discusión de los asuntos relacionados con el periodismo ciudadano, esto es, su ejercicio, viabilidad y naturaleza en un complejo entorno como el colombiano.

Nuevamente mis agradecimientos al Programa Editorial de la Universidad Autónoma de Occidente por acoger esta publicación.


Germán Ayala Osorio
Docente






Periodismo y opinión pública

La investigadora Ana María Miralles sostiene que “el periodismo cívico o periodismo público es más que una nueva modalidad profesional para el tratamiento de la información. No se le puede confundir con un método o con una de tantas innovaciones que de vez en cuando se dan en el campo periodístico, ni entenderlo como una estrategia para captar audiencias. Sus propósitos son mucho más de fondo. En realidad, se trata de una sugestiva invitación a traspasar las fronteras del periodismo tradicional y a involucrarse en la esfera de la deliberación pública, en vez de quedarse en el registro de los hechos que otros producen. Como dice Jay Rosen: ya tenemos información, ahora lo que nos hace falta es democracia. En este sentido, hace una pregunta clave: ¿para qué nos ocupamos de informar a un público que quizás ni siquiera existe? Lo primero que se debe hacer es construir el público. El periodismo informativo presupone la existencia de una esfera pública funcionando, en la cual los asuntos comunes son continuamente reconocidos y discutidos. Por ello se piensa que es suficiente con presentar noticias, añadir algunos testimonios, publicar editoriales y hacer entrevistas a los funcionarios.[2]

Que se genera opinión pública a través de los medios masivos, no hay duda, la discusión está en la calidad de esa opinión pública.[3] Pero también es cierto que no son los únicos canales. Por el contrario, espacios y escenarios como la familia, los encuentros cotidianos, las reuniones sociales y todas aquellas actividades[4] en las que un asunto público es debatido, comentado y discutido, son susceptibles de generar estados de opinión pública divergentes a los que se generan y se imponen desde los propios medios masivos.

De esta forma se concibe lo que Víctor Sampedro Blanco llama una opinión pública discursiva, que cobra forma de la conversación social en el bar o la sala de estar y que, a veces, estalla en movimientos sociales, protestas, manifiestos…la alimentan, sobre todo, los medios de comunicación. [5]

Definir qué es la opinión pública y cómo se reconoce y se verifica su existencia se convierte en un asunto, en una tarea compleja. Su existencia se da por sentada cuando fuentes de gobierno salen a los medios a explicarle a la opinión pública…, o cuando un funcionario quiere públicamente dejar en claro a la opinión pública…; cuál es entonces la opinión pública; de qué opinión pública estamos hablando. ¿La opinión pública la constituyen la audiencia cautiva de un noticiero radial, televisivo o los lectores asiduos de un diario? De entenderse así la existencia de la opinión pública, estamos hablando de segmentos de opinión, que juntas, podrían conformar opiniones públicas sobre asuntos públicos y no la pretendida y difusa, pero pretendidamente homogénea y hegemónica opinión pública.

Hay que considerar que no hay opinión pública sin información[6] y que de la calidad y el volumen de ésta depende la existencia, la consistencia y hasta la capacidad de movilización de aquella. Veamos qué se ha entendido por opinión pública[7] y ampliemos la discusión alrededor de lo que ha sido el modelo informativo que ha imperado por más de dos siglos. Es clave antes de ubicarnos en la acepción de opinión pública, diferenciar dos conceptos que pueden entenderse y mirarse como sinónimos: Multitud y Público.

Park (1904/1972) sugirió que la multitud está marcada por la unidad de experiencia emocional (según LeBon), mientras que el público está marcado por la oposición y el discurso racional. La multitud se desarrolla como respuesta a emociones compartidas; el público se organiza en respuesta a un asunto. Entrar en la multitud requiere únicamente <>, mientras que unirse al público requiere también <>. La conducta del público puede, al menos parcialmente, guiarse por una campaña emocional compartida, pero <> (pág. 80)[8].

Blumer se encargó de darle un tratamiento más amplio al concepto de Público. Blumer propuso que <<>>. El desacuerdo y la discusión alrededor de un asunto concreto hacen existir a un público.[9]

Habría que pensar entonces si los medios en Colombia han contribuido a formar una opinión pública real, con capacidad de discusión, formada conceptualmente, con la información mínima y los suficientes criterios y elementos de juicio para entender lo que ha pasado con el régimen político colombiano a través de la historia. Porque si de lo que se trata es de formar una multitud dispersa en sus percepciones, masificada por los miedos que las coyunturas violentas y los medios imponen, entonces no habrá lugar para que los medios actúen como mediadores de una sociedad polarizada, por ejemplo, en torno al conflicto armado.

De ahí que se requiera formar periodistas–mediadores que no sólo informen a sus comunidades, sino que construyan puentes entre el Estado y los diversos grupos de la sociedad civil; y entre otras organizaciones y los intereses legítimos y las demandas de grupos humanos que tradicionalmente no han tenido acceso a una representación política clara y directa frente a decisiones y actuaciones del Estado.

Y es claro para profesionales de diversas áreas que los medios masivos en Colombia han contribuido, desde lo informativo y lo editorial, a esa formación de multitud. Le Bon identificó tres causas básicas de la conducta de la multitud. Primera, el anonimato consistente en formar parte de una multitud relaja las limitaciones civilizadas sobre los instintos básicos de las personas. Segunda, las emociones y las acciones se extienden rápidamente por imitación espontánea y <>. Tercera, y más importante, la <> bajo la influencia de una multitud, y el individuo queda sujeto a la persuasión y la sugestión inconsciente, es decir, queda esencialmente hipnotizado por la voluntad colectiva de la multitud. Es este estado hipnótico el que permite a la multitud actuar al unísono, a menudo con efectos terroríficos.[10]

¿Será que este modelo informativo, objetivo que hoy domina y sustenta el quehacer de los medios en Colombia y en gran parte del mundo, permitirá algún día que exista una opinión pública crítica, fuerte y estructurada? Es una pregunta que viaja por los vericuetos de lo noticioso, recorre pasillos estatales y frunce el entrecejo de comunicadores, periodistas, cronistas y libre pensadores.

Tradicionalmente se ha considerado que el modelo informativo genera opinión pública, es decir, que es suficiente con darle datos a las audiencias para que se considere que en este modelo unilateral quien está recibiendo la información es un sujeto en capacidad de tener criterios frente a los asuntos de interés público y de asumir roles activos.

Sin embargo, son varios y contradictorios los puntos de discusión que están detrás de esta idea: 1) Son los medios y no los ciudadanos los que indican cuáles son los temas de interés público; 2) Los ciudadanos son consumidores pasivos de información; 3) Aunque no hay una relación mecánica entre la orientación de los mensajes periodísticos y los pensamientos de las audiencias, los datos esenciales para tomar posiciones son los proporcionados por los medios; 4) En sociedades en donde no hay pluralidad de visiones desde diferentes medios de comunicación, la formación de criterios entre los ciudadanos está peligrosamente homologada y es difícil hablar de opinión pública; 5) Un modelo montado solamente sobre la idea de informar lo que sucede, no proporciona las condiciones para conectar esos temas con los intereses de la gente, entre otras cosas porque el ciudadano común se conecta por medios de valores, emociones, opciones y, desde luego, también por medio de datos; 6) Los protagonistas de los hechos en el modelo exclusivamente informativo corresponden al perfil de los que hacen noticia: funcionarios o aquellas personas en capacidad de producir hechos destacables, por lo general en el campo científico o en el deportivo, especialmente en este último.

El ciudadano común aparece más en un rol de víctima y de espectador de los hechos.[11] El periodismo exclusivamente informativo está basado en el modelo filosófico liberal. Sobre la premisa de que la información es vital para el funcionamiento de la democracia se crearon los mitos de la objetividad, el distanciamiento, la ausencia de un modelo político explícito, la falta de compromiso y demás rasgos de la fórmula liberal de la información que desde hace dos siglos han sido considerados “principios sagrados” del periodismo.

Y sí. La información es vital para la democracia, pero no sólo es insuficiente sino que los procedimientos para recabarla y difundirla pueden llegar a producir el efecto contrario al de la causa democrática: cinismo, indiferencia, confusión, abstencionismo, privatización, apatía.[12] Unos hacen la historia y otros la cuentan. Así funcionan las cosas, al menos para el periodismo: su función principal ha sido relatar los acontecimientos de actualidad. Y aunque es indudable el valor social que tiene la información escueta no se puede negar que con el culto a lo fáctico el periodismo no ha hecho más que alejarse de aquella idea de que la información es vital para el funcionamiento de la democracia, porque el modelo es insuficiente hoy, especialmente para aquellos ámbitos en los que se pretende fortalecer el papel de la sociedad civil y revitalizar el sentido de lo público.[13]

Parte de los puntos sobre los cuales se sostienen estos argumentos los expuso en su momento el asesinado dirigente político Álvaro Gómez Hurtado, quien afirmó que: un periodismo no opinante, satisfecho con su majestuosa tarea informativa, puede alcanzar un esplendor material que nos deslumbre. Podría ocurrir, sin embargo, que esa exuberancia noticiosa no fuera sino una inconsciente exhibición de un estado de decadencia que nos da material y pretexto para cumplir la tarea reporteril, satisfaciendo la curiosidad pública, pero relegando nuestra obligación a la denuncia. ¿No será acaso que las épocas de decadencia son especialmente propicias para el periodismo informativo, vigoroso, dinámico apresurado, exitoso… pero que ha dejado de ser directivo?[14]

El llamado periodismo objetivo, concebido hace ya más de doscientos años en la sociedad norteamericana de entonces, es el modelo informativo de los medios colombianos. Modelo que hoy trabaja sobre unos criterios de noticiabilidad que refuerzan estereotipos negativos sobre el país y que apoyan el síndrome de la fragmentación. Y esa lógica informativa (noticiosa- sensacionalista) se sostiene en un género periodístico que asegura por principio una mirada sesgada, sensacionalista y fragmentada de las realidades de Colombia en el concierto local, regional, nacional e internacional.

Registrar los hechos exclusivamente en la propuesta del género noticia entrega un ejercicio periodístico poco inteligente y crítico. Poco a poco en la escena del “nuevo periodismo” y también en el ámbito de las ciencias sociales en el campo de los estudios culturales gana espacio y visibilidad esta forma discursiva que, al tiempo que busca el análisis de la realidad social, quiere convertirse en eficaz y estético dispositivo de reflexividad.[15] Si las reglas del llamado periodismo objetivo dicen que para escribir de un tema hay que esperar a que un funcionario hable o actúe al respecto, o a que un dirigente político o gremial conceda una declaración o pronuncie un discurso, esto quiere decir que los periódicos han acabado por ceder gran parte del control sobre la definición de las noticias a los funcionarios públicos y a los dirigentes políticos y gremiales. [16]

Hablar de periodismo objetivo remite casi inmediatamente a pensar en la objetividad como concepto. Es importante entonces hacer y fijar claridad alrededor del concepto de objetividad. …Es que la objetividad pura, aséptica, abstracta neta y ‘neutra’ no existe (*). La objetividad de un rico es distinta de la de un pobre para el campo de que estas notas tratan. La objetividad de un budista o de un etiope, por mencionar algunos pocos ejemplos, difiere de la de un aborigen de la selva amazónica o de la un académico universitario de Nueva Inglaterra, aunque todos ellos sean expresamente invocados a la objetividad y pretendan comprometerse con ella, empezando porque la objetividad está mediada tanto al pensarla como al expresarla, por un lenguaje y las lenguas humanas difieren ampliamente. Toda observación, toda versión individual de un hecho es parcial, ‘ontológicamente’ parcial, toda vivencia es individual y posee un ángulo específico de visión y un modo singular de ser experimentada. A menudo la petición de objetividad en el otro es equivalente al deseo no expresado, latente, o no reconocido de que el otro piense con mi pensamiento y vea con mis ojos, lo cual es claramente ilegítimo e imposible en últimas…”[17]

Eso sí, no creo en la existencia de la objetividad, pues como humanos, estamos atravesados por sentimientos, pasiones e intereses muy particulares, que sesgan nuestras miradas. Por ello, pensar en la posibilidad de hacer un periodismo objetivo es una falacia que no podemos seguir alimentando desde la Academia.


Qué es eso de periodismo ciudadano[18]

Hay quienes creen que el periodismo ciudadano es una modalidad, una forma de hacer periodismo, que sólo cambia las fuentes oficiales (del Estado y los voceros tradicionales de la llamada sociedad civil) por líderes comunitarios y la “gente del común”. Otros, por el contrario, aseguran que lo que hay que hacer es buen periodismo, abandonando las nocivas prácticas periodísticas que tanto se le critican a los medios tradicionales; otros, creen que hacer periodismo público o ciudadano es informar sobre eventos culturales, problemas de la comunidad, buscando soluciones y comprometiendo a funcionarios públicos a solucionar las demandas sentidas de una comunidad en particular.

El Periodismo Ciudadano (Público o cívico) es, en sí mismo, un escenario para que se desarrolle un ejercicio del periodismo más cercano a los problemas, incertidumbres, miedos, esperanzas y acciones de las comunidades, especialmente aquellas que puedan estar en condiciones de vulnerabilidad.

El periodismo público indicaría el desplazamiento de las lógicas periodístico – noticiosas, esto es, la mirada del periodista, hacia escenarios febriles, pero que podrían resultar ‘fríos’ para aquellos medios y periodistas convencidos de que el cubrimiento de un hecho se inicia y termina con la voz de una autoridad. Por el contrario, el periodismo público invertiría la relación fuente oficial – acontecimiento, por la relación voceros de la comunidad – acontecimiento.

El desplazamiento de esas lógicas noticiosas significa que los hechos noticiosos partirán de las expresiones ciudadanas, de los problemas y reclamos de grupos humanos vulnerables ante la omisión o la acción directa del Estado o de particulares (boletines, ruedas de prensa)

He aquí un listado de las características que puede ofrecer el Periodismo Ciudadano:

1. El Periodismo Ciudadano debe ser un escenario de generación y construcción de opinión pública. Dicha opinión pública no necesariamente converge con el sentido y alcance de la generada desde los medios masivos tradicionales. Por el contrario, con el periodismo público se debe asegurar la generación de estados de opinión pública divergentes, críticos y capaces de movilizar a las comunidades para proponer soluciones a los problemas que las aquejan. Dichas propuestas de soluciones deben partir del análisis ciudadano y buscar el apoyo estatal o privado para convertirlas en políticas públicas.

No es conveniente dejar la generación de opinión pública a los medios masivos tradicionales o a la gran prensa nacional. Y no lo es, por los consabidos compromisos económicos y políticos que las distintas empresas periodísticas tienen de tiempo atrás y los que en los últimos tiempos han venido defendiendo, especialmente con la venta de paquetes accionarios a multinacionales.[19]

Todos y cada uno de los ciudadanos deben ser fuentes generadores de estados de opinión pública, a partir de la discusión pública y privada de asuntos públicos, especialmente cuando éstos son elevados al estatus de noticia por los medios masivos.


2. El Periodismo Ciudadano constituye un ejercicio con el que se pone en evidencia el tipo y la calidad de las relaciones comunicativas dadas entre el Estado, los Mediadores naturales y la Sociedad civil. Este punto resulta clave para discernir y aclarar la naturaleza y los alcances del periodismo ciudadano.

Las formas como se expresan las relaciones entre el Estado (E), los Mediadores Naturales (MN) y la Sociedad Civil (SC) alimentan la existencia del periodismo público en la medida en que quienes lo agencien (ciudadanos, grupos y asociaciones, entre otras) reconocen -reconozcan- que dichas relaciones están atravesadas por dinámicas y factores económicos, sociales, políticos, ideológicos y culturales, a los que se suma el lenguaje.

La complejidad de la tríada dialógica E-MN-SC hace que los lineamientos éticos del periodismo público estén claros en un horizonte: los asuntos públicos son factores determinantes para la vida de los ciudadanos y fuente de energía que alimenta y sostiene las relaciones sanas que deben de darse entre el Estado, los mediadores naturales y la sociedad civil.

3. El Periodismo Ciudadano da prioridad a la opinión de las más disímiles comunidades, por encima de la consulta de fuentes tradicionalmente asociadas al poder del Estado. Dichas fuentes tradicionales las identificarán las comunidades para convenir con ellas encuentros y buscar soluciones a los problemas que aquejan a unos y a otros.

Nada más hegemónico que la práctica periodística de consultar fuentes asociadas al poder del Estado o al que se concentra en reducidos grupos élites. No se trata simplemente de ‘dar vos a los que no tienen vos’. Lo que debe buscar el periodismo ciudadano es comprender las complejas relaciones internas de las disímiles comunidades o grupos de interés que se ven involucrados, directa o indirectamente en hechos noticiosos, y en el propio discurso massmediático.

La actitud comprensiva de quienes agencien las prácticas y principios del periodismo ciudadano debe servir para ampliar el espectro de los asuntos públicos, pero especialmente, para descentralizar o desmonopolizar las instancias desde donde se toman decisiones trascendentales en las que verdaderos asuntos públicos pierden esta condición, en remplazo de hechos privados que adquieren el estatus de público por simple analogía mediática o por la acción interesada de quienes saben que la discusión de ciertos asuntos públicos debe permanecer alejada de amplios grupos humanos o de específicas comunidades de base.


4. El Periodismo Ciudadano exige pensar en unos criterios de noticiabilidad distintos. Esta discusión deberá darla el periodista, aunque se espera que las propias empresas periodísticas reflexionen el asunto. Es clave también que la (s) comunidad(es) estén capacitadas para ‘leer’ a los medios, esto es, se requiere una alfabetizar a quienes hoy están expuestos al discurso massmediático. Hay aquí una oportunidad para los comunicadores sociales- periodistas, en el sentido de formular proyectos de intervención a través de los cuales se logre capacitar a ciertos grupos humanos o comunidades interesadas en conocer cómo hablan los medios, qué dicen, qué dejan de decir; y lo más importante, de qué formas están representando los asuntos y las prácticas de esos mismos grupos humanos.

5. El Periodismo Ciudadano permite canalizar la acción ciudadana para que de manera ordenada se exijan respuestas del Estado a las sentidas demandas de las comunidades involucradas en la experiencia de periodismo público. Esta posibilidad requiere de los ciudadanos el valor civil de participar y de exigir a funcionarios públicos, autoridades y agentes privados, el cumplimiento de principios filosóficos, éticos y políticos consagrados en la constitución política de Colombia.

6. El Periodismo Ciudadano permite el asentamiento histórico de hechos y circunstancias que configuran las zonas o los ámbitos conflictivos entre el Estado y un sector de la sociedad civil. Reconstruir la historia[20] y los hechos que hicieron posible la configuración de una situación conflictiva, en un momento dado, es, quizás, la el mayor aporte que puede dejar una experiencia de periodismo ciudadano, cívico o público. En ocasiones las comunidades pueden explicar hechos y circunstancias problemáticas sólo a través de la oralidad. La construcción de un documento que pueda circular ampliamente, bien tenga un sentido y un carácter académico, periodístico o solo informativo, puede resultar benéfico para una comunidad que, apoyada en la oralidad de sus prácticas y encuentros sociales, ve como las racionalidades discursivas dominantes, pueden echar al traste sus aspiraciones reivindicativas.

De lo que se trata es que el grupo de periodistas, comunicadores, trabajadores sociales y sociólogos, entre otros, que participen de un proyecto de periodismo público, colaboren en la reconstrucción de unos hechos que sólo pueden reconstruir algunos de los líderes visibles de una determinada comunidad. Hay detalles importantes, como fechas, decretos y eventos precisos que no pueden quedar a merced de dos o varias personas. La reconstrucción en un texto no significa que se exploren otras posibilidades de registro o de narración. Documentar a partir del lenguaje audiovisual resulta un complemento ideal a la tarea periodística de escribir con sentido histórico, lo que ha pasado en un determinado momento histórico.

7. El Periodismo Ciudadano permite la generación de hechos noticiables con el mínimo filtro - o con la mínima incidencia – que hacen los medios masivos desde sus lógicas y criterios de noticiabilidad. Generar hechos noticiables desde los propios intereses de la comunidad, obliga a que los boletines o versiones que una comunidad o grupo humano, reflejen los consensos a los cuales llegaron los miembros del grupo que participa activamente de la experiencia de periodismo público.

Es importante que los miembros de una comunidad desarrollen competencias para entender las maniobras discursivas a las que apelan los periodistas que informan para un medio masivo.


Otras pistas

Con la intención de estructurar propuestas viables de periodismo ciudadano resulta clave visibilizar otras formas expresivas para de registrar asuntos, hechos y problemáticas públicas. Dichas formas expresivas, tradicionalmente, han sido consideradas por las comunidades o audiencias como desafortunados, inconvenientes o injustos con las tradiciones y con las propias versiones de sus habitantes, debido, justamente, por la naturaleza de unos criterios de noticiabilidad incompatibles con la naturaleza de los hechos y la perspectiva de comprensión que emerge desde las comunidades.

Ello implica, entre otras cosas, el diseño de propios medios y el uso de las nuevas tecnologías de comunicación e información (NTCI), para lograr en las audiencias comunitarias una adecuada formación y capacitación[21] para entender el discurso periodístico-noticioso. [22]

Conocer las lógicas mediáticas, los intereses y saber descubrir lo no dicho y las intencionalidades de lo dicho constituye hoy la mejor herramienta de cualquier ciudadano para defender desde su imagen, su honra y su propio proyecto de vida, ante la re construcción escénica, dramática (la dramaturgia noticiosa) de unos medios desbordados en sus maneras de registrar los hechos y de conocer las realidades de diversos y disímiles grupos sociales.

Lo noticioso, como lenguaje, resulta inconveniente para la entronización de los mundos de la vida; por el contrario, lo periodístico, pensado desde otras posibilidades narrativas, resulta apropiado para abordar manifestaciones democráticas propias de pueblos con mediana claridad de su actividad pública, es decir, política frente al Estado, frente al resto de la sociedad civil y frente a mediadores como los partidos y movimientos políticos, y claro, frente a las propias empresas periodísticas.

Lo anterior señala que las formas representacionales se lograban y se logran aún desde cerrados ámbitos de socialización, de formación y aprendizaje que no sólo garantizaban que dichas representaciones tuvieran un carácter diferenciador y violento que hacía que los ‘Otros’ fueron señalados como bárbaros o no civilizados, sino unas formas únicas de pensar la cultura, la ciencia y el desarrollo social de la nación.

El problema de quién tiene el conocimiento y la información atraviesa no sólo la capacidad que un país tiene para crecer tecnológica y científicamente, sino que involucra la consistencia y existencia de unos mínimos criterios en las mayorías para enfrentar a un modelo educativo que apunta a consolidar un único y viable proyecto de nación, en lo político y en lo cultural. De ahí que la exclusividad para acceder al conocimiento y a un tipo de formación acorde con las exigencias de la cultura vigente, se convirtiera en un factor originario de exclusión de grandes mayorías.

En últimas, lo que está en juego es la re construcción del sentido de lo público, pues a veces, desde las propias instancias ciudadanas, se cree, equívocamente, que lo público hace referencia, de manera exclusiva, a los asuntos del Estado, de su funcionamiento. Es importante, por lo anterior, que a través del periodismo ciudadano, los medios masivos aporten a dicha re construcción y al posicionamiento de un imaginario distinto en torno a un concepto clave para el devenir ciudadano y para el tipo de relaciones que se construyen entre el Estado, los mediadores naturales y la sociedad civil.

El Periodismo Ciudadano aporta -debería hacerlo- a la construcción de una ciudadanía activa, pone en evidencia el tipo de relaciones existentes en la tríada Estado- Mediadores naturales- Sociedad civil y, por ese camino, garantiza que el ejercicio periodístico sirva a los intereses colectivos de amplios sectores ciudadanos. Si aceptamos la anterior tesis, estamos ante el reto de hacer un periodismo que supere las buenas intenciones de secciones y de notas patrocinadas de noticieros de televisión, presentando hechos, cosas y noticias positivas.

Y será posible ese ejercicio periodístico si pensamos la ciudad de Cali, por ejemplo, como un escenario de registro periodístico (no necesariamente noticioso) en donde las soluciones a los complejos problemas que afrontan los caleños, sean fruto de la discusión sectorial (comunal, barrial) de los asuntos problemáticos de la ciudad, reconocidos bien por la Administración Municipal, los medios de comunicación, las fuentes autorizadas (expertos[23]) o por los propios ciudadanos. En ese camino, para adelantar un ejercicio periodístico en esas condiciones, se deberá reconocer, entre otros elementos, que lo periodístico no necesariamente es sinónimo de noticioso.


El periodismo público visto por Ana María Miralles

Por considerar de gran valor pedagógico, académico y por su condición de argumento de autoridad, se anexa de forma completa un texto de la investigadora Ana María Miralles. La profesora Miralles es quizás una de las precursoras de la aplicación y re.- construcción del periodismo público en y para los escenarios culturales de Colombia. He aquí entonces el texto completo, intitulado La Construcción de lo Público desde el periodismo cívico. Con la intención de ampliar o discutir las ideas planteadas por Miralles, aparecerán mis comentarios en negrilla, para diferenciarlos del texto de la autora, que aparece en cursiva y entre comillas.

Unos hacen la historia y otros la cuentan. Así funcionan las cosas, al menos para el periodismo: su función principal ha sido relatar los acontecimientos de actualidad. Y aunque es indudable el valor social que tiene la información escueta, no se puede negar que con el culto a lo fáctico, el periodismo no ha hecho más que alejarse de aquella idea de que la información es vital para el funcionamiento de la democracia, porque el modelo es insuficiente hoy, especialmente para aquellos ámbitos en los que se pretende fortalecer el papel de la sociedad civil y revitalizar el sentido de lo público…

Para el caso colombiano, el fortalecimiento de la democracia, desde la acción mediática, es una tarea inconclusa, por cuanto los medios masivos de comunicación, como empresas, se han alejado de la discusión de asuntos públicos determinantes no sólo para el fortalecimiento de la democracia, sino para las propias audiencias.

Desde hace 10 años comenzó en Estados Unidos algo que los académicos y periodistas norteamericanos asumieron en principio como un experimento y que denominaron periodismo cívico. Varios periódicos, incluidos de manera particular algunos de la cadena Knight Ridder, se lanzaron a ensayar un nuevo tipo de relación de los medios con sus audiencias. El principal ingrediente de esa nueva relación ha sido tener más en cuenta el punto de vista de los ciudadanos para hacer la agenda informativa y ofrecer elementos para que esos temas de iniciativa ciudadana encuentren canales hacia la acción a partir de la información y la convocatoria de los medios a la deliberación pública. El experimento, que tras 10 años ya no lo es tanto y que hasta 1996 había involucrado a más de 150 organizaciones periodísticas (prensa, radio, televisión, centros de investigación en periodismo), tiene en los Estados Unidos otra particularidad : retoma mucho de aquel asociacionismo cívico del que Alexis de Tocqueville hizo una descripción tan apasionada en “La democracia en América”. Esa manera particular de asociarse la gente en Estados Unidos, en donde proliferan organizaciones para las causas más disímiles, le ha dado indudablemente una forma específica allí.

El periodismo cívico o periodismo público es más que una nueva modalidad profesional para el tratamiento de la información. No se le puede confundir con un método o con una de tantas innovaciones que de vez en cuando se dan en el campo periodístico, ni entenderlo como una estrategia para captar audiencias. Sus propósitos son mucho más de fondo. En realidad, se trata de una sugestiva invitación a traspasar las fronteras del periodismo tradicional y a involucrarse en la esfera de la deliberación pública, en vez de quedarse en el registro de los hechos que otros producen. Como dice Jay Rosen: ya tenemos información, ahora lo que nos hace falta es democracia. En este sentido, hace una pregunta clave: ¿para qué nos ocupamos de informar a un público que quizás ni siquiera existe? Lo primero que se debe hacer es construir el público. El periodismo informativo presupone la existencia de una esfera pública funcionando, en la cual los asuntos comunes son continuamente reconocidos y discutidos. Por ello se piensa que es suficiente con presentar noticias, añadir algunos testimonios, publicar editoriales y hacer entrevistas a los funcionarios...
[24]

Traspasar las fronteras del periodismo tradicional, como lo sugiere Miralles, puede resultar una tarea titánica, casi utópica, dada la concentración de las empresas mediáticas en emporios económicos, interesados maximizar ganancias, renunciando a la tarea fundamental: informar y generar opinión pública. Pero no a cualquier precio. Se trata de una opinión pública con alma crítica y no con alma de borrego.

El periodismo exclusivamente informativo está basado en el modelo filosófico liberal. Sobre la premisa de que la información es vital para el funcionamiento de la democracia, se crearon los mitos de la objetividad, el distanciamiento, la ausencia de un modelo político explícito, la falta de compromiso y demás rasgos de la formula liberal de la información que desde hace ya casi dos siglos han sido considerados “principios sagrados” del periodismo. Y sí. La información es vital para la democracia, pero no sólo es insuficiente sino que los procedimientos para recabarla y difundirla pueden llegar a producir el efecto contrario al de la causa democrática: cinismo, indiferencia, confusión, abstencionismo, privatización, apatía

¿Qué hacer con la información que los medios masivos colombianos entregan todos los días? Es la pregunta que surge del planteamiento de Ana María Miralles. Qué hacemos con la información cuando hay problemas para comprender los hechos noticiosos, cuando las perspectivas desde donde informan los periodistas masivos están asociadas al escándalo que reduce hechos importantes, a meras declaraciones de fuentes autorizadas.

Existe información calificada que no pasa por los filtros de los medios. O en otros casos, dicha información se presenta en clave, reducida a través del texto noticioso que no deja evidenciar los intereses, los efectos, los involucrados y los afectados que deja por ejemplo la ejecución de un megaproyecto en el que se expresa con claridad, que existe información calificada que no sólo lo sostiene como posibilidad, sino como negocio de unos pocos.

Subsidiaria de las concepciones de la filosofía política, la idea de interés público informativo, por ejemplo, no se construyó dentro de una cultura profesional periodística, que en el siglo XVIII no existía, y por lo tanto aunque la naciente prensa de carácter marcadamente político, en la época de la ruptura con el poder absolutista jugó un papel importante, no puede pensarse que se constituyó como una esfera autónoma de la política, así como tampoco hoy se puede admitir que la profesionalización de las labores informativas exime al periodismo de responder por un modelo de vida en sociedad, cualquiera que éste sea.

El periodista liberal trató de dar respuesta a ciertas demandas que en el campo informativo se tradujeron inicialmente en la libertad de pensamiento y de opinión. De ahí la proliferación, en el siglo XVIII, de pequeños periódicos, gacetas y hojas informativas que estaban atravesados por la idea de sacar los asuntos públicos de los palacios y comenzar a construir aquello que algunos filósofos políticos han llamado el uso público de la razón desde ámbitos privados.

La libertad en el periodismo tuvo que ver con la posibilidad de dar cauces a una naciente razón pública a partir de la posibilidad de fundar periódicos y por lo tanto al pluralismo de tendencias ideológicas. Sin embargo, esa idea de libertad, vista desde la segunda mitad del siglo XX, es más procedimental que sustantiva. En las legislaciones de la mayoría de los países del mundo ya están incorporadas la libertad de prensa y de empresa (la más fuerte, quizás), así como la de opinión, aunque desde luego persistan algunas interferencias al trabajo periodístico, que hoy más que del poder de los gobernantes viene del poder económico y de los propios compromisos ideológicos de los medios. Ahora lo que falta es compromiso social, algo que ni la formulación posterior del derecho a la Información ha contribuido a crear…

En un sistema social en donde impera el valor y la racionalidad económica, resulta difícil exigir a periodistas y empresas mediáticas compromiso social. La única forma de exigirles a unos y otros que demuestren compromiso social, es que las audiencias se capaciten para dilucidar los hechos cifrados o las claves discursivas que acompañan los textos periodísticos- noticiosos. La tarea entonces está en la formación de ciudadanos críticos, labor que deben asumir la Escuela y la familia como instituciones formativas y células fundamentales para el desarrollo de la sociedad humana.

…Pero tal vez lo más significativo es que el periodismo siguiera el modelo general de la teoría liberal de la ciudadanía, cuya crítica profunda hace Margaret Somers, al igual que del concepto de cultura política, porque excluye la participación del ciudadano en la toma de decisiones y porque coloca la opinión pública en el ámbito privado. Somers reclama la construcción de un tercer espacio que no ha sido teorizado: el ámbito de la ciudadanía. El trabajo de los movimientos sociales en los años 80 no fue aprovechado, según esta autora, con el fin de desmontar lo que ella llama el “metarrelato” de la teoría liberal de la ciudadanía y construir una desde la cual se piense a un ciudadano del alto perfil. “Ello ha sido denominado un ‘tercer’ espacio de movimientos sociales populares y de movilización colectiva, de redes informales y asociaciones, y de solidaridades comunitarias, que sustentan una vida pública participativa no simbolizada por el individualismo soberano del mercado ni por el Estado. En síntesis, se percibe como un ámbito de ciudadanía, al que muchos activistas e intelectuales han venido a llamar sociedad civil
”.[25]

Teniendo en cuenta este vacío teórico, se podría entender por qué desde los medios también se le apuesta a la figura del espectador más que a la del actor, descrita en forma detallada por Richard Sennett[26]. Por eso Somers acaba remitiéndonos al republicanismo cívico como la opción más cercana a ese ciudadano participativo, aunque lo que ella propone realmente es una tercera esfera (diferente a la del mercado y a la del Estado), “que se centre en la participación y en las solidaridades y en un fuerte discurso sobre los derechos”, como la posibilidad real de desmontar el metarrelato de la teoría liberal de la ciudadanía y para crear un nueva cultura política.[27] La crítica de fondo que Somers tiene para la teoría liberal es el desfase entre la construcción teórica y el mundo empírico, cuestión sumamente aplicable a la reflexión sobre el periodismo, que justamente se ocupa del relato de los acontecimientos. ¿Cómo construir desde el periodismo ese ciudadano si lo hace sobre el modelo de semejante teoría?...

Las audiencias no pueden entenderse como una externalidad del rol de ciudadano que todos y cada uno debemos defender y comprender no sólo desde la acción cotidiana, activa, deliberante y beligerante, sino desde la pasividad con la cual se supone que consumimos la información mediática, sea esta publicitaria, política, económica o periodística- noticiosa.

…Si la opinión pública está en el ámbito privado según este pensamiento, no es extraño tampoco que no se haya resuelto la dicotomía fundamental en el campo de los medios de comunicación: el dilema del servicio público que deben prestar y el sistema de propiedad privada sobre los medios. Históricamente se garantizaron la libertad de prensa y de empresa y este es un derecho que recae fundamentalmente sobre los periódicos, que han sido y son de propiedad privada, problema que se amplía ahora con la privatización sustancial de la televisión. Era justamente en la prensa en donde debía configurarse el concepto de interés común, entendiendo la información como un bien público y ligando su difusión con el objetivo de hacer transparente lo público
...

Es importante que el Estado y la sociedad civil jueguen un papel orientador de las audiencias. A través de políticas culturales claras es posible Estado, partidos políticos y sociedad civil unan esfuerzos para consolidar en los ciudadanos los suficientes criterios que les permitan no sólo convivir con una explosiva oferta noticiosa y comercial, sino con el propio desencantamiento de la vida que se evidencia en este mundo contemporáneo.

Pero se requerirá que tanto el Estado, como los partidos políticos y la propia sociedad civil sean moralmente superiores a quienes desde la cotidianidad, sostienen nomenclaturas como pueblo, masa, audiencias u opinión pública. Lograr ese imperativo, para el caso colombiano, implica superar, entre otros, la intolerancia y la incapacidad para separar los intereses particulares de los colectivos. Parte de la solución está en desarrollar una idea de lo público que determine caminos en donde la pluralidad y el respeto al otro, hagan posible la convivencia, con los conflictos naturales, pero con la claridad de que éstos se pueden resolver a través del diálogo.

El énfasis del modelo liberal de la información en la fiscalización y la crítica del poder político como privilegiado sentido de lo público desde los medios, creó un esquema de oposición sistemática, de desconfianza en las funciones públicas del Estado. Si bien es cierto que en ocasiones esa desconfianza ha permitido la defensa de la transparencia de lo público, también lo es que la figura del “watchdog”, como la llaman los norteamericanos, y en general la propia figura de la fiscalización no están exentas de la expectativa frente a unos resultados de esa postura, ya sea renuncias políticas, acciones judiciales o legislativas...

Es claro que hoy el Estado colombiano, junto a otros, sobrevive apenas a las exigencias que la modernidad le dejó. Y peor aún, cuando la idea de estado mínimo se replica en los medios masivos de comunicación a través de discursos que no sólo piden el desmonte del Estado mismo, sino de las responsabilidades ciudadanas y de quienes agencian lo público desde instancias de poder político y económico. El asunto entonces se hace más complejo cuando se advierten claras muestras de ilegitimidad del Estado colombiano, así como actitudes irresponsables de ciudadanos que prefieren abandonar o no dar la discusión pública de asuntos públicos, por cuanto ello les exige tiempo, y especialmente, porque les demanda estudio y lectura de hechos y de documentos.

Esta es una de las razones por las cuales no se puede afirmar que el periodismo que se cree depositario de la “objetividad” trabaje sin un modelo del buen gobierno y del buen ciudadano, así como del bien común. Como si esto fuera poco, ese esquema no sería defendible ni siquiera desde el punto de vista de un distanciamiento frente al poder político, ya que en las sociedades contemporáneas y con el desarrollo que ha alcanzado el sector de las comunicaciones, habría que marcar esas distancias frente al poder económico, expresado principalmente por la vía de los monopolios de la información. [28]

Política, poder político y económico, medios de comunicación y ciudadanos son nomenclaturas que se expresan en grupos humanos de disímiles maneras. Lograr que todas converjan en propósitos comunes es parte de la acción objetiva de periodistas y medios de información. El asunto expresa la necesidad de que las vanidades humanas asociadas al poder, no estén por encima de lo que en un momento dado se defina como un asunto público, a través de un franco consenso.

Crítica al objetivismo. Tal vez, de todos los elementos de la construcción teórica del sistema informativo liberal, el de la objetividad, es el que más profunda influencia ha tenido y sigue teniendo en la definición de las funciones públicas de la información en los medios de comunicación. Criticada por los periodistas cívicos y definida como objetivismo, esta idea que adquirió el carácter de doctrina, moldeó de manera contundente las labores de los periodistas y permeó la formación de periodistas en las universidades. De ahí surgió aquel dogma de la información como “espejo de la realidad” y la necesidad de crear unos moldes informativos llamados géneros periodísticos que dieran buena cuenta de ella. De esos géneros, a no dudarlo, el que adquirió mayor importancia fue la noticia y sobre ella gravita aún la actividad informativa

En otros módulos de clase vengo sosteniendo la idea de lo problemático que resulta para el periodismo tradicional insistir en la noticia como formato para contar los hechos elevados al estatus de lo noticiable y de los noticioso. Al ser la noticia ahistórica, no hay manera de generar una opinión pública inteligente y capaz de comprender los hechos.

El capricho con el cual periodistas y editores elevan a estatus de noticia unos hechos que por su naturaleza no dejan de ser rumores o simples opiniones de ‘fuentes autorizadas’, es quizás el obstáculo más grande con el que debe lidiar cualquier propuesta de periodismo cívico. Ese es el reto.

La definición de la noticia, que usualmente se toma en la academia como una cuestión mecánica (a escribir se aprende escribiendo), representa la columna dorsal de la doctrina liberal de la información. Estructurada en un modelo montado sobre los 6 interrogantes, qué, quién, dónde, cuándo, cómo, por qué (conocidas como las 6 W), muy pronto quedó aún más recortado al qué, dónde y quiénes. El cómo y sus posibilidades narrativas y explicativas sobre los sucesos fue aplazado, bien sea porque realmente no interesaba o bien por la falta de suficiente cultura en los periodistas para dotar a su trabajo de los componentes que lo harían más profundo, si bien quizás menos “objetivo”.

El esquema de la pirámide invertida - dar las informaciones jerarquizando de mayor a menor importancia-, pronto se convirtió no sólo en dogma sino en ritual. Hay que encajar la realidad en el esquema. Basta con eso para informar. Esa es la que Manuel Martin Serrano ha llamado la mediación estructural
[29] y en la que está focalizada la idea de la objetividad. El ritual consiste en homologar todas las informaciones, por disímiles que sean, bajo un mismo formato. Así, el acontecimiento, que en realidad es una ruptura del orden social, aparece siempre bajo la misma cara. Si el acontecimiento es considerable como una ruptura, esto se debe a lo que se considera noticia: es lo novedoso, lo inédito, lo que tiene interés colectivo y hoy algunos estarían dispuestos a añadir, que noticia son los hechos negativos, pues es evidente que predominan las noticias de este tipo en los medios. Por ello no es extraña esta “normalización” de las informaciones en el formato noticioso: hasta las más terribles masacres pueden convertirse en frías estadísticas, en relatos estandarizados....

Quienes insisten hoy en reducir el periodismo a un recetario que debe cumplirse con precisión de relojero, mañana serán señalados como los artífices de la debacle del periodismo en lo que concierne a su credibilidad y a su aporte al fortalecimiento de la democracia.

Nada más perjudicial para el periodismo que insistir en que para su ejercicio hay que cumplir y repetir dogmas de fe. Existen principios ineludibles, pero jamás podrá aceptarse que sólo es posible escribir y hacer periodismo cuando expongo y desarrollo el viejo corsé de las cinco W.

La noticia tradicional le da un lugar privilegiado a ciertas fuentes de información, las relacionadas con los poderes político y económico. Ellos son los que por lo general ocupan los espacios y fungen como actores de la noticia. El ciudadano común no aparece en los medios más que como víctima. Sus papeles centrales están definidos en términos del consumo de informaciones y de su posición de espectadores.

La asepsia, el distanciamiento de los periodistas con los hechos y la redacción en forma expositiva, son los otros elementos que dan forma a la objetividad del discurso periodístico. Esta ausencia de compromiso frente a los hechos, al menos en apariencia, ha creado la sensación de que tras el modelo liberal de la información no hay un proyecto político, que se trata de un modelo neutral, cuando en realidad no lo es. En primer lugar, hay que decirlo a las claras: la objetividad es imposible, más si se tiene en cuenta que el periodismo se ocupa de hechos sociales que son dinámicos y que se leen con más acierto como procesos. En segundo término, el modelo liberal de la información sí está comprometido con la teoría liberal de la ciudadanía, con una esfera pública de expertos, con un esquema representativo y con una opinión pública anclada en el ámbito privado, debido a la radical separación de lo público/privado que supone esta teoría. Pero, además, la objetividad se ha presentado como una estructura narrativa diseñada para mostrar la realidad y al mismo tiempo para ocultarla, en el sentido de hacerla inaccesible a una visión pública…

El periodista es, ante todo, un ser humano. Cómo pretender que asuma en condiciones de asepsia ideológica unos hechos. Tarea difícil cuando ciertos hechos confrontan el sentido mismo de la vida. Y en Colombia, éste tipo de hechos aparecen a diario. Nada más difícil que aceptar que es posible la objetividad para mirar los hechos. Lo que hay que exigir es rigurosidad y seriedad a la hora de informar.

Con honrosas excepciones desde formatos más narrativos como la crónica o el gran reportaje, en la noticia está centrado todo el peso del trabajo de los medios informativos y en ella queda representado lo más importante del modelo, especialmente porque la agenda informativa se construye a partir de los criterios con los que desde una sala de redacción se considera que algo es noticia.

Justamente, el replanteamiento de los temas de la agenda informativa está en el centro de la discusión sobre el concepto que de lo público existe en el periodismo y es hoy una de las principales preocupaciones de los periodistas cívicos. A partir de los años 70, la sociología de la comunicación y la ciencia política en Estados Unidos se preocuparon por el tema de la agenda setting, entendida como la agenda de la opinión pública, a diferencia de la agenda que se ocupa de las políticas públicas y de las relaciones con los medios y con la ciudadanía...

Es urgente que el periodismo colombiano (periodistas, empresarios de medios y facultades de periodismo) haga un alto y reflexione alrededor del sentido de lo público en las propias agendas informativas. Nada más problemático que unos hechos que pertenecen al ámbito de lo privado, sean elevados al ámbito de lo público, por la simple aparición de una figura pública (de la farándula, del deporte o de la vida política). De igual forma, volver un asunto noticioso y público los comportamientos o las acciones más raras, extrañas o llamativas, e incluso, aquellas que pueden ser señaladas como enfermizas de ciudadanos del común, no sólo vuelve espectáculo un hecho y a sus actores, sino que deja sensaciones y lecciones pasajeras, pues la otro día, en la misma agenda mediática, el hecho ya no es noticia.

La orientación de los estudios de la agenda setting puede resumirse en lo dicho por B. Cohen[30]: “La prensa puede no ser exitosa la mayor parte del tiempo para decirle a la gente qué pensar, pero es sorprendentemente exitosa para decirle a sus lectores acerca de qué pensar”. A partir de ahí se pueden destacar dos ideas: 1) La agenda no orienta particularmente la intensidad de las actitudes de las audiencias hacia los temas seleccionados del acontecer y 2) La preocupación central son los efectos que produce la selección del espectro de temas posibles, sobre la mente de las audiencias.

Aunque no es del todo desdeñable el hecho de que los enfoques puedan producir cambios de actitud sobre los temas, es evidente que la principal influencia comienza por el señalamiento de los temas de interés público. Bregman
[31] abre una perspectiva interesante cuando dice que los procesos de agenda se basan en “la localización de las interacciones recíprocas que rigen las relaciones entre tres tipos de agenda : la agenda de los medios, la de los ciudadanos y la de los actores políticos” Aunque probablemente este sea el aspecto nodal en las reflexiones sobre la agenda de los medios para los periodistas cívicos, es necesario dejar de momento un interrogante sobre el hecho de si existe o no como tal una agenda ciudadana o si es parte del proceso mismo que el periodismo cívico quiere desencadenar.

No obstante, la visibilidad o no de los acontecimientos de la realidad social es indudablemente una de las más poderosas funciones de los medios y, al mismo tiempo, una de sus tareas más complejas, ya que debe partir de la percepción del interés general, que no tiene reglas pre-establecidas ni recetas tan mecánicas como las que se dan a veces en clase de periodismo y que tampoco es un asunto que se resuelva teóricamente. Victoria Camps sitúa muy bien el problema: “...el interés común no posee un contenido previamente fijado y definido con precisión. Es la actividad política, el reconocimiento de los problemas sociales, el consenso sobre unos presupuestos, lo que va determinando el contenido del interés común”
[32] . Así, cada día los medios participan en la construcción de legitimidad según hagan visibles o invisibles algunos temas en la configuración de su agenda. Por ello es que no puede reducirse esto a un asunto técnico, típico del perfil del que ha sido considerado buen periodista, que tiene olfato para saber dónde está la noticia.

En síntesis, a pesar de que los aportes de la filosofía política son invaluables, al periodismo le quedó una asignatura pendiente. A ello puede deberse el extrañamiento que a menudo suele mostrar frente a lo público. Aunque de manera genérica se atribuyeran en el pasado vitales funciones a los medios en el ámbito de lo público, hoy podemos afirmar que no haber construido el concepto de interés público informativo y que la formación de públicos en el sentido de grupos conscientes y con cultura política, quedara al acaso y posteriormente se viera obnubilada por las técnicas periodísticas cuyos formatos fueron constituyéndose en el mensaje principal, contribuyó, sin duda, a la creación de espectadores más que de ciudadanos : el lector consumidor pasivo de información, aunque no tan esclavo de la influencia de los medios como pretendieron los primeros estudios sobre los efectos de los mensajes.



Construcción de ciudadanía

La principal idea que está en juego con el periodismo cívico es la del proyecto político que lo sustenta. En este caso sí se reconocen funciones explícitas en torno a un modelo de democracia que se acerca más a la participación ciudadana que el inconfesado sistema liberal, el cual se pretendía neutral. Aunque se trate de una propuesta que aún se está construyendo, se reconoce en el periodismo cívico un perfil que no sólo se ocupa del concepto de interés público informativo sino que amplía su ámbito al de la concepción general de la vida en sociedad.

El movimiento que surgió hace 10 años en Estados Unidos fue planteado desde la perspectiva de las responsabilidades que le competen al periodismo en la creación o en la revitalización de la vida pública. Las ideas de Dewey, Habermas, Arendt y Rorty, entre otros, sirvieron para configurar la filosofía del periodismo cívico. El ciudadano de esta construcción es de corte clásico, en el sentido de que se define políticamente y guarda reminiscencias de un pasado en que se tenía mayor claridad de las responsabilidades cívicas. Parte de la premisa de que no es suficiente con una buena información para reanimar el debate público: al ciudadano hay que interpelarlo para que participe.

Una de las primeras preguntas que podría plantearse es si el periodismo cívico trata de revivir las funciones originarias del periodismo, aquellas que el propio Habermas señala como uno de los momentos de coincidencia en el espacio público burgués entre los intereses públicos de una naciente prensa privada en una sociedad toda emancipada del poder absolutista, o si estamos frente a un cambio radical de los principios liberales sobre los cuales se ha sustentado la teoría de la información y la actividad periodística, la vigencia de los cuales podría estar obstaculizando la existencia de una verdadera esfera pública a partir de unos modelos informativos que no contribuyen a potenciar la capacidad deliberativa de los ciudadanos. Dejando a un lado si el ciudadano realmente tiene esas capacidades o si está siquiera interesado en explorarlas, el punto es que parece que estamos frente a un interrogante que se enraíza en los grandes temas de la filosofía política y que deberá pensarse en las profundas, aunque tanto tiempo negadas, relaciones entre política y periodismo.

En principio, es grande la tentación de inclinarse a creer que el periodismo cívico constituye una especie de revitalización de esas funciones asignadas al periodismo desde la filosofía liberal, promoviendo la clase de diálogo social y de ciudadano propios de este modelo, pretendidamente participativo, pero a la postre espectador y consumidor pasivo de información. Pero, ¿por qué esta inclinación?

En principio, porque al menos tiene una tradición teórica. Desmontar los principios liberales de la información en favor de unos que favorezcan otro tipo de relaciones con las audiencias, fomentadas por un periodismo cuya agenda sea participativa, que promueva la deliberación y la acción pública, que admita que el periodismo es un actor y no solamente un relator de la vida social, nos llevaría a caminos aún poco explorados, que quizás tendrían más que ver con la sociedad de la comunicación que con la de la información o con posturas epistemológicas tan exigentes como la emprendida por Margaret Somers.

Christopher Lasch
[33] dice que la argumentación es más importante que la información, que generar debate público es de mayor trascendencia que simplemente ofrecer datos. Pero lo que el periodismo cívico pone de relieve es que hemos tenido una especie de complejo histórico al querer tapar el pasado político del momento de creación de los periódicos. De ese “oscuro” pasado se quiere olvidar la formidable dimensión política que tuvieron los periódicos, sus niveles de compromiso y el dinamismo que pudieron imprimirle al diálogo social que después se convirtió en palabras huecas. Es posible que la no muy lejana partidización de los periódicos y posteriormente del conjunto de los medios de comunicación (de eso sí que sabemos aquí en Colombia) haya incidido en la deliberada opacidad que se le ha dado a ese aspecto. Pero negar esa parte de la historia ha contribuido a un tiempo a reforzar el objetivismo con todo su potencial ideológico, y ha debilitado las relaciones de fondo entre política y periodismo, que por el contrario, deberían ser más visibles y objeto de permanente discusión pública…

Redefinir el papel del periodista resulta clave para asegurar que el periodismo cívico no quede en una especie de reivindicación del periodismo objetivo al que hace referencia el texto citado de Miralles. Y esa redefinición del papel del periodista apunta hacia un nuevo carácter: el de mediador. Concentrar la acción- intervención en espacios y territorios comunales obliga a que quienes agencien los elementos sugeridos al periodismo cívico, reconozcan la importancia que adquiere el lenguaje y las diferencias que desde ahí aparecen de manera natural en disímiles grupos humanos.

Tener claro que habitamos en el lenguaje es iniciar con pie de derecho la recolección de los hechos públicos que interesan poner en una mesa de negociación, bien para dirimir conflictos con el Estado o con particulares, o bien para evitarlos en un futuro.

De ahí que la acción política sea una herramienta valiosa para el ejercicio del periodismo cívico. Y la comprensión de la política como principio de diálogo, de encuentro, pero especialmente, entendida como el camino para solucionar, pacíficamente, los conflictos.

No deja de resultar paradójico el hecho de que ocupándose de lo que , también en la categoría casi de slogan hoy se llama “interés público informativo”, al mismo tiempo se insista en negar que ese mismo concepto es y debe ser construido desde un modelo político de sociedad, que ahí no entra en juego la “objetividad”, que por sí solos los hechos como materia prima del modelo informativo no son asépticos y que en términos de ética pública justamente se trata de hacer visibles los actores que inciden , las razones desde las cuales se construye y los modos en que se manifiesta ese interés público. Jay Rosen hace a los periodistas la pregunta crucial: “Como constructores de esfera pública, ¿pueden los periodistas continuar operando sin una filosofía pública?” [34]

Lo que verdaderamente resulta inquietante es que se haya sepultado esa dimensión política mientras de hecho se ha reforzado la partidización de los medios, que deriva en un empobrecimiento de la información misma y obviamente del debate público en general. Con partidización hacemos referencia no a que sean periódicos de propiedad de los partidos políticos sino a las ideas que defienden aún a veces en contra del debate público de las ideas, especialmente en momentos en que ese debate debería ser más abierto a todos los sectores, pero de modo enfático para los ciudadanos : el momento electoral. No en vano la mayoría de los proyectos de periodismo cívico en Estados Unidos son de carácter electoral y han pretendido cambiar la ecuación: de temas de campaña a temas de gobierno, con lo cual se intenta la democracia más como contenido que como forma y se pretende involucrar al ciudadano en un debate público sobre los temas importantes para la ciudad y no sobre lo que los conductores de campaña quieren que los ciudadanos piensen en términos de rentabilidad electoral.

¿Por qué hacer semejantes cambios en los valores tradicionales del periodismo tales como la distancia frente a los temas, la falta de compromiso con los hechos, la “objetividad” perseguida aún como meta? Hay varias razones que lo justifican, entre ellas una de las más importantes es la de la brecha entre el mundo de los periodistas y el mundo de los ciudadanos en términos de agendas. Los medios, en el supuesto de estar representando los intereses de sus lectores, no han hecho más que alejarse de ellos por la selección de temas que no los tocan en sus intereses cotidianos y los temas seleccionados no se están enmarcando desde el punto de vista de las preocupaciones ciudadanas sino desde el ángulo de los expertos y de la otra agenda dominante: la agenda de los políticos, que incluye de manera particular a los funcionarios públicos (tecnocracia informativa). Esto ha producido indiferencia, alejamiento, cinismo y la conciencia de que los ciudadanos no pueden hacer nada.

Otra de las razones tiene que ver con las inconveniencias del sistema bipolar usado para informar, criticado por Daniel Yankelovich
[35] y que ha hecho carrera aún como slogan promocional de algunos medios informativos: suponer que las informaciones solamente tienen dos caras. Una versión y otra que la contradice. Esa es la “objetividad”. Y así se sigue enseñando en algunas universidades. La buena información no es la que atiende a la complejidad sino la que es simplificada en solamente dos versiones contradictorias. Este sería el papel reservado al debate en los medios. Para Yankelovich este esquema deja por fuera las posiciones intermedias que son las de la mayoría de los ciudadanos. La polarización es la que se da entre funcionarios y políticos que defienden sus propias tesis. Ello no contribuye a la formación de lo que él ha llamado “juicio público”, en la cual los testimonios y la descripción de los hechos ocupan solamente una parte y las interpretaciones y argumentos ganan espacios. En la formación del juicio público tienen un mayor peso los valores y la ética que lo estrictamente fáctico o informativo.

Uno de los interrogantes en torno al periodismo cívico tiene que ver con si su papel debe llegar solo hasta la promoción de la deliberación o si debe animar a sus públicos a la acción, en el marco del paradigma de la democracia participativa. Quizás la pregunta lleve en sí mismo un engaño: ¿deliberar no es ya una forma de participación? La respuesta a esta pregunta nos lleva de alguna manera a intentar definir el modelo de democracia que sustenta al periodismo cívico.

Lo más cercano de la filosofía política a la idea del periodismo cívico es la construcción de la democracia deliberativa. “La noción de una democracia deliberativa está enraizada en el ideal intuitivo de una asociación democrática en la que la justificación de los términos y condiciones de la asociación procede mediante la argumentación y el razonamiento públicos entre ciudadanos iguales. Los ciudadanos en un orden de este tipo comparten un compromiso hacia la resolución de problemas de elección colectiva mediante razonamiento público, y contemplan sus instituciones básicas como legítimas en tanto establecen un marco para la libre deliberación pública”
[36]. El periodismo cívico correspondería a lo que el propio Habermas denomina “la organización de una praxis argumentativa pública”.

Recogiendo algunos debates de filosofía política, Anthony Giddens
[37] distingue entre la democracia deliberativa y la democracia liberal, de tal manera que parece hacer las mismas diferencias que hay entre el periodismo cívico y el periodismo liberal. Giddens prefiere la expresión de “democracias dialogantes” y se opone a Habermas, en una idea más próxima al periodismo cívico, porque según él en la democracia dialogante no está implícito el propio acto de habla.

“Por el contrario, el potencial de la democracia dialogante está en la difusión de la capacidad social de reflexión, como requisito de las actividades cotidianas y la persistencia de formas más amplias de organización colectiva”.
[38] La capacidad comunicativa del periodismo cívico tiene un carácter mucho más abierto y menos rígido que el de la comunidad de dialogantes de Habermas, aunque en el prólogo a la edición alemana de 1990 de Historia y crítica de la opinión pública, Habermas corrige en algo esta posición.

El que el periodismo cívico se base en los principios de una democracia deliberativa abierta, considerada por algunos como parte de la democracia liberal, y el que los procesos de re-fundación de la política en el mundo contemporáneo tengan su eje en la dimensión comunicativa, son dos buenos soportes para seguir considerando que más que ante unas nuevas herramientas, estamos frente a una racionalidad periodística diferente. El peso de la comunicación en la construcción de la democracia va siendo reconocido cada vez entre los escritores de filosofía política, así como de modo especial los investigadores de la mediología francesa admiten que la transformación del espacio público político se dio por el advenimiento de los medios y posteriormente por la consolidación de la democracia de masas, aunque en este enfoque es necesario tener cuidado de no reducir la vida pública a los asuntos que pasan por los medios.

Por otra parte, en el periodismo cívico se atenúa la tensión sobre la no necesaria articulación entre deliberación y acción, tensión más propia de la escena política que del escenario de los medios, ya que el compromiso mayor del periodismo cívico es con la deliberación pública. Si ella lleva a los ciudadanos a la acción, es un resultado importante. Para esto hay otras instituciones sociales que, como las organizaciones sociales y cívicas, desarrollan su trabajo en el campo de la acción mediante la introducción de proyectos de todo tipo, en la línea de la construcción de la democracia. El activismo del periodista cívico consiste en promover el diálogo público con estrategias diferentes a la información.

Los propósitos del periodismo cívico giran en torno a la idea de reconectar a los ciudadanos a la vida pública, potenciar la capacidad de deliberación de la ciudadanía, ofrecer información con miras a la participación, apoyar los procesos ciudadanos con un buen cubrimiento y especialmente un adecuado seguimiento, dar elementos para la creación de capital social, al tiempo que pone a los medios en calidad de actores y promotores del diálogo social. Todo ello sin favorecer una solución o un interés particular. De forma particular, distingue entre audiencias y públicos, entre lectores y ciudadanos.

En la idea del periodismo como constructor de públicos, con Peter Dahlgren tendríamos que hacernos algunas preguntas que sólo análisis más a fondo y el desarrollo de experiencias de periodismo cívico, nos podrán ayudar a contestar : “¿Cómo se constituyen los públicos ?¿Cuál es el papel que los medios juegan en este proceso ? ¿Cuál es la naturaleza de los vínculos sociales entre los miembros del público? ¿Cómo el periodismo y los demás medios logran favorecer o excluir la posibilidad del diálogo y del debate?”.
[39] Aunque las respuestas a estas preguntas aún no hayan sido formuladas con claridad, lo cierto es que muy seguramente tendrán distintas respuestas en Estados Unidos y en América Latina.

En lo que no parece haber dudas es en que la tarea fundamental del periodismo cívico puede resumirse en la construcción de ciudadanía. No son la filosofía política liberal, ni el comunitarismo los que dan forma al ciudadano del periodismo cívico. En la perspectiva política que ha predominado en el planteamiento del periodismo cívico es desde el republicanismo cívico que hay más coincidencias: un ciudadano participativo, políticamente consciente, probablemente capacitado para el autogobierno, pero aún inscrito en la esfera pública liberal.

El hecho de que la deliberación sea considerada como participación ciudadana es claro en el republicanismo cívico. La idea de bien común se construye por medio de la deliberación. Es decir, no se parte del supuesto de un bien común pre-establecido y por eso de cierto modo se trata de una búsqueda abierta de los consensos básicos, la misma en que está empeñado el periodismo cívico, que no busca imponer los contenidos de la agenda ciudadana sino facilitar su configuración, cualquiera que sea la orientación que tenga.


Buscando el perfil del ciudadano

El ciudadano que se deriva de esta propuesta es un ciudadano participativo, de perfil marcadamente político. La duda que abriga el periodismo cívico frente a esta propuesta es doble. Por un lado, que así descrito el proceso de la construcción de los consensos básicos, el ciudadano que acceda a la deliberación pública debe tener una evidente capacidad argumentativa y ahí estaríamos cerca de Rawls y de Habermas, entre otros, en un modelo que acabaría siendo excluyente o que por lo menos difícilmente coincidiría con los públicos que el periodismo cívico podría construir, especialmente desde la radio y la televisión. Aunque el periodismo cívico busca que la voz ciudadana se vaya decantando en el proceso deliberativo, por la relación con sus audiencias debe admitir de entrada lo que algunos podrían considerar voces poco autorizadas para participar del espacio público político, tal como lo describen los autores de la mediología francesa, entre ellos Jean Marc Ferry y Dominique Wolton.

La otra incógnita tiene que ver con que este enfoque no ofrece mayores alternativas para pensar al ciudadano desde lo cultural, particularmente frente al tema de las identidades que en este caso tiene mucha proximidad con la construcción de los intereses colectivos. Los modos en que los ciudadanos se articulan a los procesos públicos tienen una innegable conexión con la forma en que se conectan a procesos más cotidianos, incluso del ámbito privado. Los aportes que una teoría cultural de la ciudadanía debe hacer al tema más explícito de la participación política, son insoslayables si se trata de sintonizar desde el periodismo cívico la perspectiva de la ciudadanía. Aunque ciertos autores pueden reconocer, como lo hace Habermas, la necesidad de que existan algunas condiciones del contexto cultural para poder adelantar procesos argumentativos, lo que el periodismo cívico debería explorar con mucha mayor intensidad, al menos para el caso de América Latina, es el peso que tiene la variable cultural en la construcción de la agenda ciudadana. Partir del supuesto de que el ciudadano comparte una visión clásica de la política y de la condición de ciudadanía, es hoy un riesgo muy grande que el periodismo cívico no estaría dispuesto a correr.

Por este camino también es posible el reconocimiento de la heterogeneidad de los supuestos culturales y éticos, lo que deriva en sociedades pluralistas en sus valores. Aunque en el prefacio a la edición de 1990 de Historia y crítica de la opinión pública Habermas ya admite las limitaciones de hablar de esfera pública en singular y reconoce la existencia de otros públicos, en el fondo sigue con la idea de unos públicos subordinados . Es Nancy Fraser
[40] la que se encarga de abrir el ángulo: “El problema, además no es sólo que Habermas idealice la esfera pública burguesa, sino que deja de examinar otras esferas públicas no liberales, no burguesas, que compiten con ella”. Y más adelante añade: “Ya no podemos suponer que el modelo liberal de la esfera pública burguesa era sencillamente un ideal utópico no realizado; era también una noción ideológica que sirvió para legitimar el dominio emergente de una clase (y de una raza)”. [41]

La interacción de públicos en competencia, es para Fraser la posibilidad de construir realmente la igualdad participativa en los procesos de deliberación, que teniendo como telón de fondo una única esfera pública porque no habría públicos subordinados. Esa confrontación discursiva entre públicos con diferente fuerza puede, según esta autora, derivar en procesos deliberativos o de confrontación. De aquí se entiende por qué quienes han intentado construir la filosofía del periodismo cívico en Estados Unidos han preferido optar por la idea de una esfera pública a lo Habermas, ya que quieren evitar a toda costa el escenario de la confrontación a la que tan ligada está la práctica tradicional del periodismo que le apuesta a “las dos caras de la noticia”, consigna que pone el énfasis en el conflicto.

Lo que habría que admitir desde el periodismo cívico es un nuevo tipo de confrontación de carácter constructivo, que nos presenta un panorama no solamente más pluralista sino más conectado con la realidad que busca el periodismo cívico. La confrontación de diferentes discursos estaría en la base de la polifonía de voces que busca poner a sonar, para lo cual es indispensable que los diversos públicos no sean subsumidos por un público hegemónico. Esto no significa que se renuncie a la construcción de algunos consensos básicos. Se trata de partir de supuestos que faciliten la búsqueda más abierta de esas otras voces y la construcción de públicos tan diversos como las audiencias mediáticas. Así, la deliberación y la confrontación de diferentes posiciones podrían tener escenario en los medios de comunicación y poner un matiz importante en las concepciones de opinión pública que a nuestro juicio poco servicio le ha prestado a la democracia que se puede intentar construir desde el periodismo.

Si el periodismo cívico supone re-pensar sus funciones en la construcción de lo público, entonces una idea clave es considerar los medios como escenarios de debates públicos, en tanto se den la oportunidad para desarrollar un trabajo hermenéutico sobre las dinámicas urbanas, centrarse en procesos e interacciones sociales y pensarse menos como suministros de información. El periodismo cívico es una invitación a replantear el concepto clásico de opinión pública, ya que no solamente hace posible la polifonía de voces sino que admite a los procesos argumentativos dialógicos un papel mucho más allá de las páginas de opinión y de los llamados líderes de opinión.

En suma, considera la deliberación, la búsqueda colectiva de consensos y el aprovechamiento democrático de los disensos, como parte central del trabajo del periodista. Lo que ofrece es hacer visibles otras voces en los procesos de deliberación y en la figura de la polifonía encontrar la voz pública o, si se quiere, las voces públicas. La des-elitización de las discusiones interpela al concepto predominante de opinión pública en la cultura occidental, de modo que sitúa a los ciudadanos en la posibilidad de asumir su propia agenda sin que sean excluídos por los discursos de los expertos o de los funcionarios oficiales.

La posible reducción de los espacios para los expertos y la voz oficial en el periodismo cívico no quiere decir que ahora el público deba ser definido por oposición a las élites. No se trata de discriminar a favor de la gente corriente, sino de permitirle a esta última una presencia negada en el espectro de discursos de la vida pública. Es que el problema no está en un público probablemente impreparado para el diálogo público, sino en que lo público no ha sido asumido como tal por periodistas, líderes políticos, funcionarios, intelectuales y lo que los norteamericanos llaman “ciudadanos destacados”. El concepto de los expertos es necesario en el paquete informativo del periodismo cívico, pero no para enmarcar todo el cubrimiento.

Todo esto contribuiría a la formación de verdaderos foros mediáticos en los que se materializa masivamente el proceso deliberativo. Aunque muchos no admitirían que se emplee el término “deliberación” para procesos que no se hagan cara a cara, es pensable que la polifonía de voces en los medios puede permitir la deliberación, consistente en la forma en que previamente se construyeron esas voces (a partir de foros deliberativos convocados en asocio con organizaciones sociales o cívicas) y al colocarlas juntas, concluir un proceso más amplio, quizás este sí de confrontación de posiciones. “Si la idea de la soberanía popular puede todavía encontrar una aplicación realista en las sociedades altamente complejas, entonces debe desprenderse de la interpretación demasiado concreta de una encarnación en los miembros de un colectivo que (físicamente) asisten, participan y deciden en conjunto”.
[42]

El periodismo cívico lo hace, pero para ello no le declara la guerra a muerte al periodismo informativo. Es más. Todo buen periodismo cívico tiene un fuerte componente de lo mejor del periodismo informativo: investigación bien hecha, tratamiento del detalle, perspectivas creativas para el tratamiento de los temas de forma tal que los procesos deliberativos no agoten a las audiencias y buena presentación desde el punto de vista de los formatos. Porque desde el punto de vista metodológico, el periodismo cívico es un juego de ritmos entre informaciones y procesos de participación ciudadana canalizados por líneas telefónicas, foros deliberativos, conversaciones ciudadanas, cartas y paneles de ciudadanos.

La participación ciudadana en la construcción de la agenda informativa de los medios es una de las formas del periodismo cívico. Se trata de establecer anticipadamente los temas de interés público con la gente, por la vía de las encuestas o por medio de la configuración de paneles de ciudadanos que trabajen con editores y periodistas en el establecimiento de prioridades informativas y enfoques para los trabajos periodísticos, además de dar elementos para introducir de manera central el punto de vista ciudadano en esas historias. Esto también se ha hecho con focus groups.

La otra forma visible del periodismo cívico es la de la formulación de proyectos que pueden ir de dos a seis meses y hasta un año (que no deben confundirse con las “campañas” paternalistas que a veces se hacen en los medios para resolver algún asunto puntual), en los cuales hay unos objetivos claros de promoción de la deliberación y que giran en torno a la construcción de la visión ciudadana sobre los temas de interés colectivo.

Tras dos experiencias sistemáticas e importantes de periodismo cívico en Colombia,
[43] es más importante que nunca clarificar sus bases filosóficas, pensar lo que significa en nuestro contexto, sus posibilidades, sus métodos y, sobre todo, su proyecto político. En una forma arendtiana, las experiencias se han ido ocupando de darle más cuerpo a estas ideas. No sorprende que esto sea así, pues esencialmente el periodismo es un hacer y el periodismo cívico, al inscribirse directamente en la esfera de la acción cívica mediante la deliberación, es un modelo de periodismo que se va construyendo en una práctica que retroalimenta al concepto.

Claro que hay que seguir siendo creativos también a la hora de introducir el periodismo cívico, por lo que comporta de reprogramación de los espacios para los discursos de los poderes políticos y económicos, al igual que para la agenda de los propios medios de comunicación. Esta recomposición de los espacios y de los énfasis en los medios dependerá de un planteamiento adecuado de las premisas filosóficas del periodismo cívico y de su lectura desde metodologías apropiadas para interpretarlas.

Propuesta de ejercicios
Antes de desarrollar los ejercicios propuestos, por favor lea con atención el informe preliminar de la experiencia de periodismo público o cívico que se desarrolló en un sector de la galería de Santa Elena en la ciudad de Cali.
Informe preliminar sobre el proceso de periodismo cívico galería de Santa Elena de Cali – Valle del cauca

La puesta en marcha de una experiencia de periodismo cívico (público) requiere de la confluencia no sólo de actores sociales y políticos, sino de la consideración de variables contextuales (lectura de contexto) que determinarán el ritmo del proceso de deliberación que es connatural al proceso que se adelanta a través de la experiencia de periodismo público.

Para el caso de la galería de Santa Elena y sus múltiples problemáticas, se han realizado las siguientes actividades, enmarcadas en lo que se ha llamado el periodismo cívico.

Acercamiento a los líderes comunales con el fin de presentar la propuesta de periodismo cívico.

Sensibilización de los líderes, de algunos comerciantes y habitantes de las Comunas 10 y 11 frente a las posibilidades que ofrece el periodismo cívico, como experiencia de debate, deliberación y diseño de soluciones a las graves problemáticas que giran alrededor de la galería de Santa Elena.

Realización de varias reuniones en las cuales la comunidad convocada opinó, presentó propuestas de solución. Se realizaron alrededor de tres reuniones masivas, con el cubrimiento del noticiero 90 Minutos y el periódico EL GIRO de la Universidad Autónoma de Occidente.

Dichas reuniones demandaron el diseño de volantes y de la puesta en marcha de la estrategia del perifoneo para convocar a la comunidad a que participara del proceso de deliberación propuesto.

La universidad Autónoma de Occidente, en particular la Oficina de Comunicaciones, abrió un espacio (link) en la página web de la Universidad para que la gente ‘entrara’ y ‘participara’ con la entrega de propuestas de solución a los problemas de la galería de Santa Elena.

Se aplicaron 200 encuestas con el fin de recoger impresiones, comentarios, opiniones y soluciones de los habitantes de las comunas 10 y 11– se están aplicando otras. En breve comenzaremos la tarea de clasificar e interpretar los resultados.

Indicadores

Antes de señalar posibles indicadores de gestión que visibilizarán el cumplimiento de la tarea emprendida, creo conveniente resaltar que la experiencia ha sido positiva, sin que ello pretenda ocultar que se trata de un empresa riesgosa y difícil, por cuanto demanda de la participación activa de los ciudadanos, circunstancia esta que ha permitido descubrir en los pobladores resistencia a este tipo de convocatorias, especialmente en los habitantes de estos sectores(comunas 10 y 11) que no ven con claridad cómo se puedan solucionar los problemas asociados al funcionamiento de la galería de Santa Elena, por cuanto éstos llevan más de treinta años, sin que Administración Municipal alguna haya logrado intervenir de manera positiva en la solución de los mismos.

Divulgación en publicaciones: se han publicado dos artículos en el periódico EL GIRO (una de las notas saldrá en EL GIRO número 4); de igual manera, el Noticiero Regional 90 Minutos ha emitido dos notas sobre el proceso (una del proceso de deliberación. Este material está disponible, en caso de que deseen ver el tratamiento).

Invitaciones y convocatoria: diseño de volantes, de encuestas y del link. Envío de cartas a funcionarios de la Administración Municipal, CAVASA, entre otros, con el fin de hacerlos partícipes del proceso (Ningún funcionario asistió).

Documento final: en estos momentos estamos diseñando, con los representantes de la comunidad, el Informe Final que se entregará al Alcalde de la ciudad, en ceremonia especial. Entrego borrador de dicho informe, pues este se construirá con el concurso de por lo menos 5 personas, incluyendo el Coordinador del proceso. Después de leer el Informe Preliminar, por favor desarrolle los siguientes puntos.

Lea cuidadosamente el capítulo La Galería de los Espejos, consignado en el libro Voces soberanas, experiencias de periodismo ciudadano. Discuta con el docente- autor de dicho capítulo.

Piense en un hecho, problema o acontecimiento en el que se involucre a una comunidad.

Acérquese a dicho grupo humano y pregunte por la posibilidad de llevar a cabo una experiencia de periodismo público.

Diseñe las estrategias a seguir.

Aplique y lleve adelante la experiencia.

Reconstruya los hechos en un documento.

Informe de la experiencia.

BIBLIOGRAFÍA

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URIBE CELIS, Carlos. Democracia y Medios de Comunicación en Colombia. Ediciones Foro Nacional. Bogotá.

[1] Para efectos de este documento, las nomenclaturas cívico, público o ciudadano se entenderán como sinónimos.
[2] Rosen, Jay. “Getting the connections right”. Twentieth Century Fund Press. 1996. New York. pág. 83. Y en “Making Journalism More Public. New York University. 1995. New York. Pág. 12. EN: MIRALLES, Ana María. Comunicadora Social-Periodista. Coordinadora de la Especialización en Periodismo Urbano. Universidad Pontificia Bolivariana.

[3] Puede existir una opinión publicada; pero una verdadera opinión pública sobra asuntos públicos se caracteriza por la circulación de disímiles puntos de vista, de la discusión argumentada de hechos y de asuntos de incidencia pública y generalizada.

[4] La generación de opinión pública o de estados de opinión no puede ser tarea exclusiva de los medios de comunicación. Y es así, porque su responsabilidad social está cada vez más cerca de propias conveniencias de carácter político y económico; justamente es en esa dimensión empresarial y comercial que hoy caracteriza a los medios masivos colombianos en donde se sostiene la tarea de generar estados de opinión desde escenarios diversos y distintos a los que se desprenden de aquella conflictiva dimensión comercial. Sin duda, la Universidad, el espacio familiar, los ciclos de conferencias y los foros académicos, entre otros, son espacios disímiles de generación de opinión pública, que pueden coadyuvar a que las audiencias obtengan otros puntos de vista con el fin de alimentar la tarea comprensiva de hechos, decisiones y circunstancias propias de nuestro entorno. El rol que hoy juegan los medios masivos de comunicación y el tipo de opinión pública que están generando, obligan a la Academia, y en especial a las Facultades de Comunicación Social, a asumir una actitud crítica y vigilante del actuar de las empresas mediáticas como quiera que esa opinión pública generada tiene visos hegemónicos que contradicen el espíritu pluralista que debe sostener a una democracia.


[5] SAMPEDRO BLANCO, Víctor. Opinión pública y democracia deliberativa, medios, sondeos y urnas. España: Ediciones Istmo, 2000. p. 14. El autor propone dos nomenclaturas: de un lado, la Opinión Pública Agregada, que es la suma de juicios individuales a través del voto y los sondeos. La Opinión Pública Discursiva es el proceso de un agente colectivo (el pueblo) que conversa en ambientes formales e informales procesando experiencias propias, conocimientos e informaciones.

[6] De igual manera se requiere de unos públicos con claras y definidas competencias discursivas para entender, comprender y discernir alrededor de los asuntos, hechos, cifras o decisiones que de todo tipo aparecen consignadas en la información que reciben, especialmente, de los medios masivos de comunicación.

[7] La historia del término opinión pública arranca a finales del siglo XVI, cuando hombres de Estado y pensadores buscan en el juicio de sus semejantes el aval de sus obras. El primero en usar opinión publique fue Michael de Montaigne, preocupado por la atención que despertaban sus escritos. En 1532 maquiavelo recomendaba a Lorenzo de Medici que cultivase <> con la simulación y el engaño, en EL Príncipe: el primer tratado de relaciones públicas. Con la Ilustración del siglo XVIII, el término cobra relevancia política, aunque con significados ambiguos. David Hume y Adam Smith declararon que <>, creando con sus escritos una esfera pública: un ámbito de debate racional y secularizado frente al monarca absoluto. (SAMPEDRO BLANCO, Víctor. Opinión pública y democracia deliberativa, medios, sondeos y urnas. España: Ediciones Istmo, 2000. p. 18 -20).

[8] La Opinión pública. Texto sin referente bibliográfico. P. 69.

[9] Ibid, Mimeo, p. 69.

[10] Ibid. Opinión Pública, Mimeo.

[11] Op cit., MIRALLES, Ana María. El periodismo cívico como comunicación política. Revista Nómadas No 9. Septiembre 98 / marzo 99. Fundación Universidad Central. P. 62.

[12] Ibid. Miralles.

[13] Ibid. Miralles.

[14] Lecciones de nuevo periodismo. Universidad Sergio Arboleda. Página 23.

[15] REGUILLO, Rossana. Textos fronterizos. En: Diálogos de la comunicación. Págs 62-63.

[16] HOYOS, Juan José. Sentir que es un soplo la vida. Editorial Universidad de Antioquia. 1994. Págs 24-25.

[17] URIBE CELIS, Carlos. Democracia y Medios de Comunicación en Colombia. Ediciones Foro Nacional. Bogotá, 1991. Págs 132.

[18] Recomiendo a los estudiantes y lectores de este módulo de clase, buscar la historia del periodismo público en el contexto norteamericanos, en particular, el de los Estados Unidos de América; especialmente en el contexto político electoral de los años ochenta.
[19] El caso reciente de EL TIEMPO, que vendió un paquete accionario a la multinacional Planeta, con el que la multinacional se quedó con el 51% de las acciones de la Casa Editorial El Tiempo.
[20] Recientemente la Universidad Autónoma de Occidente, con el concurso del Centro de Comunicación Educativa (Cedal), y las Universidades Mariana de Pasto y la Tecnológica de Bolívar – Cartagena, llevaron a cabo un ejercicio de periodismo público-ciudadano en sectores urbanos de las ciudades de Cali, Pasto y Cartagena. Dicho trabajo de aplicación está editado en un libro titulado Voces soberanas, experiencias de periodismo ciudadano. Bogotá: Cedal, UAO y otras, 2005. ISBN 958-33-8120-9. La experiencia en la ciudad de Cali se desarrolló en un sector problemático de la galería de Santa Elena. Con el apoyo de estudiantes de comunicación social, de los líderes comunitarios del sector y el apoyo informativo del Noticiero 90 Minutos y el periódico institucional EL GIRO, se entregó a la Alcalde de Cali, Apolinar Salcedo Caicedo las propuestas de solución discutidas y concertadas con la comunidad y que fueron fruto de la experiencia de periodismo ciudadano. Existen en Colombia varias propuestas académicas desarrolladas en el nivel de especializaciones. He aquí algunas reseñas: “Después de tres generaciones de la Especialización en Periodismo Urbano (ahora Comunicación Urbana) en la Universidad Pontificia Bolivariana -programa que se abrió en 1996 con el apoyo institucional y financiero de la UNESCO-, se ha demostrado la importancia de la ciudad como objeto de estudio, además que necesita ser mirado de una forma interdisciplinaria porque es un lugar de interacciones y encuentros que necesita ser intervenida con procesos comunicativos acordes que le permitan su desarrollo. El papel de la comunicación en la construcción de esfera pública y de ciudadanía es uno de los temas neurálgicos de la investigación en comunicación en América Latina. Bajo esta perspectiva general, la Especialización en Comunicación Urbana de la Universidad Pontificia Bolivariana, convoca a su cuarta promoción para el año académico 2.006. La especialización en Comunicación Urbana ha desarrollado desde su creación un proyecto pionero en Periodismo Público, Voces Ciudadanas, en cabeza de Ana María Miralles, además su proceso investigativo está sustentado en el trabajo del Grupo de Investigación en Comunicación Urbana que ha alcanzado reconocimiento de excelencia categoría A en la última convocatoria de Colciencias. Denominación académica del programa: Especialización en Comunicación Urbana Título otorgado: Especialista en Comunicación Urbana.” Otras especializaciones en periodismo, señalan que: “Desde 1994, la Universidad de los Andes a través de su Facultad de Artes y Humanidades ha hecho de la formación y reflexión periodística un asunto de postgrado realizando la especialización en periodismo. Este es el primer programa de postgrado en el área que existe en Colombia para profesionales de distintos saberes a la Comunicación. la especialización en periodismo es una estrategia de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes para conectarse con la sociedad de los medios de comunicación y para dialogar sobre los problemas que enfrenta el ejercicio de la profesión y su responsabilidad pública. En este programa de postgrado se realizan investigaciones, debates sobre la actualidad periodística, convenios de publicaciones y se dictan seminarios y cursos especiales a diversas instituciones del sector público y privado. Tenemos la alegría y la dificultad de actuar en un área de la sociedad bastante influyente, preocupante para muchos sectores pero con un enorme potencial humano; mientras exista el periodismo, la libertad es posible. La especialización en periodismo está diseñada para formar en el oficio de la reportería y los géneros informativos a la luz de principios éticos y de responsabilidad social. Una de sus características más significativas está en que sus profesores son periodistas activos de reconocida trayectoria en los medios de comunicación. Para el Postgrado ha sido de enorme importancia contar con los conocimientos, experiencias y aportes de los periodistas colombianos que nos han venido acompañando.”

[21] Hoy, cada vez más se necesita que el Ministerio de Educación asuma la tarea de alfabetizar a quienes enfrentados a la propuesta cultural de la televisión, no tienen la suficiente información y formación para descifrar los mensajes televisivos, radiales y los que circulan a través de la red.

[22]Diferencio lo periodístico de lo noticioso. No todo tratamiento periodístico tiene que resulta noticioso, es decir, de interés general o con grados de espectacularidad. Lo periodístico admite la mirada respetuosa, comprensiva y analítica de quienes tienen la intención de mirar una realidad desde esta perspectiva. Por el contrario, lo noticioso, en muchas ocasiones, no sólo desconoce asuntos propios de los asuntos o hechos elevados al estatus de noticia, sino que tiene un carácter ahistórico que dificulta la tarea comprensiva tanto de periodistas, como de audiencias.
[23] Se sugiere dudar del papel de los expertos y de las fuentes autorizadas. Hay que apelar al sentido común con el que la Comunidad mira los hechos y el devenir de la ciudad. La idea es conjugar las dos perspectivas, sin que una prevalezca sobre la otra. Nota del autor.

[24] Rosen, Jay. “Getting the connections right”. Twentieth Century Fund Press. 1996. New York. Pág. 83.
Y en “Making Journalism More Public. New York University. 1995. New York. Pág. 12.
[25] Somers, Margaret. “narrando y naturalizando la sociedad civil y la teoría de la ciudadanía: el lugar de la cultura política y de la esfera pública”. Revista Zona Abierta. # 77-78. 1996-1997. Madrid. pág. 257.

[26] Sennett, Richard. “El declive del hombre público”. Ediciones Península. Barcelona. Págs. 257- 258.

[27] Somers. Ibid. Pág. 258.

[28] Por eso es que Jay Rosen, profesor de la Universidad de Nueva York, pide que se abra la discusión sobre las diferentes visiones del ciudadano y los diversos modelos de periodismo a los que conducen. En: “Getting the connections right”. Twentieth Century Fund Press. 1996. New York. Pág 16.

[29] Martin Serrano, Manuel. “La producción social de la comunicación”. Alianza Universidad.1986.Madrid.
[30] Bregman, Dorine. “La función de agenda: una problemática en transformación”. En: El nuevo espacio público. Jean-Marc Ferry, Dominique Woltoon y otros. Gedisa. 1992. Barcelona. Pág. 212.

[31] Bregman. Ibid. Pág. 212.

[32] Camps, Victoria. “El malestar de la vida pública”. Grijalbo. 1996. Barcelona. Pág. 151.
[33] Lasch, Christopher. “Journalism, Publicity, and the Lost Art of Argument”. En: Kettering Review. Spring 1995. Dayton. Pág. 44.

[34] Rosen, Jay. “No Content: The Press, Politics, and Public Philosophy”. En: Tikkun. Vol. 7. #3. Mayo-Junio de 1992. Pág. 78.

[35] Yankelovich, Daniel. “Coming to public judgment. Making Democracy Work in a Complex World”. Syracuse University Press. 1991. New York. Pág. 40

[36] Habermas, Jürgen. “Historia y crítica de la opinión pública”. Prefacio a la edición alemana de 1990. Gustavo Gili. 1990. Barcelona. Pág 26. Habermas cita esa definición de la democracia deliberativa, de Joshua Cohen: ‘Deliberation and Democratic Legitimacy’.

[37] Giddens, Anthony. “Más allá de la izquierda y la derecha”. Cátedra. 1994. Madrid. Pp. 120-121.

[38] Ibid. Pág. 121.
[39] Dahlgren, Peter. “El espacio público y los medios. ¿Una nueva era?”. En: Espacios públicos en imágenes. Gedisa. 1994. Barcelona. Pág. 262.
[40] Fraser, Nancy. “Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición post-socialista”.Universidad de Los Andes. Facultad de Derecho. 1997. Bogotá. Pág. 103.

[41] Ibid. Págs. 105-106.
[42] Habermas. op.cit. pág. 31.

[43] En 1997, la Especialización en Periodismo Urbano de la Universidad Pontificia Bolivariana y el periódico El Tiempo desarrollaron en Bogotá el proyecto “Voz y voto, participe y elija”, para las elecciones a la alcaldía Mayor de Bogotá. El proyecto duró 4 meses. En 1998, el mismo programa académico en asocio con la Universidad de Los Andes, desarrolló con cinco medios de comunicación en Medellín, un proyecto de 4 meses llamado “Voces ciudadanas por la seguridad y la convivencia”.

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