YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 10 de junio de 2008

Uribe III: una invención mediática que se desinfla

Por
Germán Ayala Osorio
A menos de dos años de las elecciones presidenciales, ya se van perfilando pre candidaturas y se va extendiendo el ambiente de polarización que desde 2002 acompaña al país, gracias a los uribistas que creen que Uribe Vélez es irremplazable.

El ex presidente César Gaviria Trujillo ya advirtió que hará todo lo posible para evitar que Uribe se perpetúe en el poder. Es posible que el consumado y al parecer hoy arrepentido[1] neoliberal de Pereira, se lance en busca del solio de Bolívar. Junto con el maltrecho Polo Democrático Alternativo, la dirigencia del insepulto partido liberal quiere, ahora sí, evitar la segunda reelección de quien esa misma dirigencia apoyó en la primera aventura reeleccionista.

Una eventual candidatura de Carlos Gaviria Díaz sólo serviría para polarizar más a la opinión pública, gracias al discurso maniqueo del propio Presidente. La polarización se daría entre quienes creen que aplicando la política de seguridad democrática se acabará con las Farc, único problema de Colombia, según éstos mismos; y aquellos que creemos que el concepto de seguridad integral propuesto en el libro Repensar a Colombia, debería adoptarse para avanzar, de manera sistémica y sistemática, en la búsqueda de los múltiples problemas que hay en este país del Sagrado Corazón.

Del Ministro del Interior y de Justicia se escucha decir que la Oposición no tiene chance, es decir, que no tiene candidato para enfrentar al Mesías que de tiempo atrás gobierna en Colombia. De su partido conservador se escuchó una apuesta, que más parece una escaramuza, resultado de una molestia por la idea del Comisionado de paz, de disolver los partidos: tendremos candidato para el 2010, gritaron a todo pulmón. Del partido azul también se asoman restos humanos y el aroma propio de las tumbas a medio cerrar.

Desde España, y huyendo de la parapolítica, Vargas Lleras manda un mensaje al Presidente y a los colombianos: quiere llegar a la Casa de Nariño. Tiene una ventaja sobre otros posibles candidatos: comparte con Uribe la combinación de las formas de lucha, esto es, no le importa -no le importó- asociarse con paracos para alcanzar el poder y las mayorías en el Congreso. Su movimiento político está salpicado por el escándalo de la parapolítica. Vargas Lleras es un hombre de derecha, amante del uniforme militar, como quiera que funge como oficial de la reserva.

Puede resultar la pre candidatura de Pardo Rueda, pues parece erigirse como una propuesta de centro-derecha, más dada al diálogo, contraria al carácter belicoso del actual gobierno.

Juan Manuel y Francisco Santos, como apéndices de Uribe, deberán esperar a que éste se decida de una vez por todas y le diga al país que efectivamente le interesa una segunda reelección.

De manera temprana se va agitando el ambiente político en Colombia. Habrá que esperar. Lo claro es que con la reelección inmediata de Álvaro Uribe Vélez (2006-2010), y la posibilidad de un tercer período[2], Colombia y los colombianos aspiran a que tardíamente se alcance el carácter y el tono del Estado-nación moderno, a partir de la derrota militar de las Farc. Por ese camino, y ante la insepulta presencia del bipartidismo, Uribe Vélez recupera y refunda la univocidad y el talante excluyente y cooptante del viejo Frente Nacional, sostenido ahora en una especie de capitalismo de camarilla[3] el cual blinda y blindará los futuros gobiernos.

Los artificiosos índices de popularidad no pueden servir de pivote para sostener una forma de gobernar que no ha cambiado un ápice las circunstancias que de tiempo atrás han hecho y garantizado la ilegitimidad del Estado colombiano: extrema pobreza de amplías mayorías, concentración de la riqueza y del campo en pocas manos, así como la corrupción en los más altos niveles del Estado (Léase Yidispolítica). La inseguridad en las ciudades es un asunto que si bien no alcanza el estatus político, si resulta preocupante para el ciudadano colombiano. Curioso que este asunto no haga parte de la llamada política de seguridad democrática, diseñada sólo para vengar la muerte del padre del Presidente Uribe.


Acerca de la defensa de los uribistas

El unanimismo ideológico, político y mediático que se vive desde el 2002 viene siendo el correlato del Pensamiento Único que señalara Ignacio Ramonet en el libro Cómo nos venden la moto.

Y en ese contexto, los uribistas salen en defensa del Mesías de Antioquia, apelando a discutibles argumentos, como aquel que se expresa en una frase ya cotidiana: es que pude volver a la finca. Como si viajar vigilado por la fuerza pública signifique que los bandidos están acabados.

Que Uribe ha enfrentado con valentía a las Farc y ha tomado en serio su papel como comandante de las fuerzas militares, gritan con satisfacción los uribistas, confesos y algunos ocultos. A ellos les digo: en dónde está lo extraordinario, si su obligación es defender el Estado y por ese camino, los intereses colectivos de sus asociados.

Que ha combatido la corrupción. Una falacia mediática que no sólo se cayó con el caso de la Yidispolítica, sino con las formas como se han manejado licitaciones públicas y nombramientos.

Que soluciona problemas en los consejos comunales de gobierno. A los uribistas les digo que los consejos comunales se han convertido en la mejor estrategia para deslegitimar a los gobiernos locales y regionales. No se trata de un ejercicio de democracia directa, como ingenuamente muchos creen. Por el contrario, es la mayor expresión de centralismo, pues el mensaje que manda dice así: sólo yo puedo solucionar los problemas. Un Presidente que entrega recursos sin control, saltándose las corporaciones en las cuales las demandas sentidas de las comunidades deben tramitarse y exponerse como políticas públicas, hace populismo, lo que significa que administra y ejecuta los recursos de la Nación con criterios personales y no como el resultado de consensos de comités técnicos y políticos, con amplia participación de líderes, representantes de partidos políticos y de organizaciones de la sociedad civil.

Finalmente, a los uribistas les digo que Uribe es una construcción mediática que desdeña de la política y de los partidos políticos. Y ello nos puede llevar al autoritarismo, a la barbarie. Este ícono de los noticieros y de la prensa no acepta controles y menos aún, los pesos y contrapesos propios de la democracia. Uribe es un Presidente que no asegura la cohesión de la Nación. En cambio, polariza, persigue, y siembra odios viscerales.

Esta especie de holograma mediático, que parece estar en todas partes, legitimó el paramilitarismo y por ende, los delitos de lesa humanidad. Y es así, porque extraditó a 14 confesos criminales de las AUC, para que fueran juzgados en los Estados Unidos por narcotráfico.

Los uribistas deben considerar que toda construcción mediática tiene una corta existencia. Es posible que a Uribe le alcance para un tercer período, pero lo cierto es que su imagen se va desinflando lentamente, lo que deja muchas dudas de la seriedad y del buen criterio de quienes en su momento creyeron en ella.



[1] Se declaró social demócrata al asumir la dirección del partido liberal.

[2] De no darse la hecatombe que garantice -y obligue- la continuidad de Uribe Vélez, los empresarios e industriales y la opinión pública que hacen parte del pensamiento único colombiano, exigirán que se mantengan las políticas económicas y de seguridad aplicadas, lo que cierra el abanico de candidatos con posibilidades de suceder a Uribe, a quienes públicamente acepten el ideario político que en torno a él se viene construyendo, y con el cual se sostiene el pensamiento único colombiano.

[3] “Según Krueger 2002) en este tipo de capitalismo los políticos que detentan el poder y determinados grupos de empresarios y representantes de los poderes fácticos se reconocen en sus intereses comunes y, por tanto, conciertan y actúan como compinches. El capitalismo de camarilla puede ser productor de algún crecimiento, pero débil y, necesariamente, inequitativo, y generar reglas e instituciones, pero excluyentes para vastos sectores de la economía y la sociedad.” (MONCAYO JIMÉNEZ, Edgardo. La insidiosa paradoja de la democracia política sin desarrollo económico redistributivo. EN: La reforma política del Estado en Colombia: una salida integral a la crisis. Bogotá: Cerec - Fescol, 2005. págs 178- 179).
Este artículo fue publicado en el boletín Actualidad Colombiana 474.

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